Mochilero en Guinea Bissau (IV)
Mi fugaz visita al Parque Nacional Matas de Cantanhez
No dejaba de pensar en aquel lugar lejano en África occidental, perdido en la memoria blanca y escasamente documentado para el público en general; desde que hojeé la única guía en español de Guinea Bissau escrita por el aventurero José Luis Aznar y leí la reseña sobre esta región. Llegar a la sede del parque nacional, Jemberem, no era una tarea fácil ni era para espíritus lánguidos, aunque, cierto es, El Viajero Pesimista no fuera el alma más valerosa de este mundo.
Para llegar a Jemberem, primero debía coger un autobús en la polvorienta estación de Buba, ubicada en un extremo de la calle principal de esa anodina población sin mucho encanto. Llegué a pie, no tenía perdida. Y, sin esperar demasiado tiempo, subí al transporte público dirección a Mampatá, por 500CFA.
Cuando llegué a la pequeña estación de Mampatá, pregunté a varias personas cómo podía llegar a mi destino, todos me dijeron lo mismo, en mototaxi. Así que seguí las indicaciones de mis informantes y fui a una cercana parada de estos vehículos de pequeñas cilindradas, colocados en una bocacalle de la avenida principal. Rápidamente llegamos a un acuerdo, el conductor y yo (15000 CFA el trayecto) Un viaje sin percances tomaría aproximadamente dos horas, donde al principio, una pista de laterita en razonables condiciones no fue mucho suplicio; para pasar, los últimos veinte kilómetros, por una pista más estrecha y llena de irregularidades que la convirtieron en mi "Vía Crucis" particular. Viajar en motocicleta de paquete, aparte de las incomodidades propias, por aquellos exuberantes paisajes no dejaba de ser un deporte de riesgo, con un conductor temerario y sin las protecciones adecuadas en caso de caída. Mi conductor acabó atropellando a un infeliz chivo despreocupado en una de esas maniobras bruscas para evitar socavones y nosotros no fuimos a tierra porque la providencia no quiso. Tal vez se pueda alquilar un todoterreno, aunque viendo la pista, no si todos aceptaran de buen grado, aunque todo tiene un precio, para aquellos que tienen las carteras abultadas de billetes.
Como dije en el anterior párrafo, ese viaje no debería durar mucho más de dos horas, pero esto era África, y nada ocurría tal como uno preveía, durando unas cinco horas. Primero porque nos detuvieron en un control policial y permanecimos parados durante casi dos horas porque el conductor no tenía papeles de la moto y no quería pagar el abusivo precio de la multa. Sin embargo, con paciencia y teatralidad, después de un ardua negociación, consiguió rebajar la multa a 3000 CFA. Mientras tanto, durante el tiempo que permanecimos allí, yo fui agasajado a cacahuetes y a té por los policías, quienes ofrecían hospitalidad a cuesta del esfuerzo ajeno. Los propietarios de la casa adjunta al control, no dejaban de traer comida. Así no era necesario que su nómina fuera alta. La segunda porque el conductor era la primera vez que viajaba por aquellos caminos y acabó perdiéndose, cerca ya de la frontera con Guinea Conakry.
Paramos en un pequeño pueblo con una espaciosa explanada. Mi conductor se acercó a un hombre sentado en la quilla de una canoa bocabajo de considerable eslora para preguntar por dónde ir. Al darse cuenta de que yo era extranjero me llamó y se enfocó en mí. Soy policía. Al ir de paisano y pedirme el pasaporte le pedí que me enseñara su acreditación de funcionario del estado, quien me la enseñó gustosamente. Estuvo escrudiñando meticulosamente el visado mientras me hacía preguntas absurdas. Hasta que decidió pedirme dinero. Supongo que para seguir suministrando, a mi costa, alcohol a su cuerpo. Estaba bastante perjudicado. Como estaba todo en regla me mantuve firme en mi postura hasta que acepto mi decisión. Marchando en busca de Jemberem. Esta vez, en cada cruce y preguntando con las pocas personas que nos cruzábamos, se aseguro mi conductor de coger el camino correcto. Y así, llegué a mi destino, tres horas más tarde de lo previsto.
A pesar de los desafíos del trayecto, debo mencionar que el recorrido pasó por uno de los paisajes más espectaculares que he visto en mi vida con una abundancia de ardillas de tierra y algunos lagartos enormes, como lagartos de Komodo, cruzándose en nuestro camino y con mejor suerte que el chivo.
Me alojé en el único alojamiento que existía en la empobrecía aldea. Había varios bungalows y un pequeño edificio de un planta con varias habitaciones todavía más sencillas, junto a una pequeña piscina que no se debía utilizar desde la época de los dinosaurios, por el aspecto deteriorado y florecido que ofrecía. Si tuvo tiempos mejores, tal como narraba la guía de Jose Luis Aznar del 2010,ya había quedado en el pasado hacia mucho.
Las habitaciones estaban sucias y por la noche, con una pequeña bombilla que no alcanzaba a alumbrar todo, quedaba en penumbra durante las cuatro horas que funcionaba el grupo electrógeno del complejo. Luego, la oscuridad se convertía reina de la noche y los animales, tanto salvajes y domésticos, en el altavoz del mundo.
A la hora de ducharme o acicalarme, debía compartir el espacio con cucarachas del tamaño de un trilobite gigante. Y qué decir de la comida, antes una muestra de gastronomía local, pero ahora reducida a pasta o arroz con pollo.
En el mismo centro contraté un guía para explorar los alrededores de la aldea para intentar avistar varias especies de primates. A un kilómetro se habían establecido tres grupos de chimpancés, dos de baduinos y varios grupos de macacos. Para ver elefantes, antílopes o búfalos esta área del Parque Nacional de Cantanhez no era el lugar más indicado. Se necesitaba transporte para donde cabía la posibilidad de verlos, según el gerente de la sede. Y , desde luego, esto no era el Serengueti; aquí ver animales dependía de dos factores principales: la suerte y la destreza del guía. No obstante, la experiencia de andar por una selva siempre me resultaba mucho más gratificante y emocionante que subido en un jeep. El contacto siempre es más genuino y auténtico.
El horario de la luz era de 19h a 24h. Solía ocurrir en la mayoría de sitios del país que no tenían una red de alumbrado alimentado por centrales y se abastecían de un simple generador.
Precios deL alojamiento:
Cuarto para cuatro personas: 25000 CFA
Cuarto para dos personas: 15000CFA
Cuarto individual: 5000 CFA
Cenas con refresco: 3500 CFA(aproximado)
Parque Nacional de Cantanhez
Entrada: 2000CFA
Observación de Fauna: 8000CFA
Guía: 5000CFA
Una semana más tarde, por un decreto gubernamental, pasó a ser los siguiente precios:
Entrada: 5000CFA
Observación de fauna: 10000CFA
(Precios de 2019)
A la mañana siguiente, me levanté temprano y me fui con mi guía. Anduvimos un kilómetro, pasando por su humilde casa, hasta adentrarnos en el espacioso bosque. No era densa la vegetación, aunque sí frondosa las copas de los árboles.
Mi guía tenía el síndrome de "selfitis", constantemente me pedía que le hiciera una foto junto a un árbol, una piedra o un riachuelo. Cualquier oportunidad era buena para inmortalizarse. No estaba lo suficientemente motivado para buscar primates.
Asimismo, debía tener precaución con las malencaradas hormigas que, cuando me sentaba a descansar, no perdían oportunidad por recorrer mi cuerpo y pellizcarme la piel con sus prominentes mandíbulas, pellizcos que rozaban el dolor.
Al final, después de pasar una hora comiendo bajo un chamizo junto a su hermana y sobrinos en un campo de cultivo de cacahuetes, maizales y otras plantaciones que no supe identificar, pudimos divisar a los chimpancés. Cuando pensaba que la suerte no me acompañaría, aparecieron. Estaban subidos en la copa de un árbol , se oía sus balbuceos de felicidad desde la distancia, Nos fuimos acercando, despacio y ocultándonos entre la alta hierba, hasta que sus gritos advirtieron a todo el grupo de nuestra presencia. Fueron bajando rápidamente y desapareciendo, uno a uno.
Estaba totalmente fascinado, no fueron muchos minutos, pero suficientes para sentir que había válido la pena llegar hasta aquí.
Los ratos libres los pasé charlando con los simpáticos habitantes de la aldea y buscando una gran pitón entre la maleza adyacente a un sendero. Un adolescente me dijo haberla visto justo en el momento que nos cruzamos, pero tuvimos poco éxito en el avistamiento. Según él, era enorme.
La segunda noche, y última, cené con un sexagenario inglés y motero que viajaba con su BMW desde Inglaterra a Monrovia, Liberia. Era un experimentado viajero que se internaba por primera vez por el continente africano. ¡Toda una aventura! Pasamos un buen velada charlando y bebiendo varias cervezas, antes de irnos a dormir.
Me levanté temprano el último día, para buscar a alguien que me llevara de vuelta a Mampatá. Al final, por el mismo precio de la ida, 15,000 CFA, conseguí que me llevaran. Algunos me pidieron 5,000 CFA más. Eso sí, sobre todo, pregunté si tenía los papeles de la moto en regla, no quería perder mucho tiempo en los controles policiales antes de aceptar.
Llegamos a Mampatá en tres horas. Como no había puesto una protección a mi mochila, que la llevaba atada a la parrilla trasera de la moto, acabó cubierta de una densa capa de arena, con un cubo y una esponja que me dejaron los conductores de las moto taxis pude limpiar y dejarla un poco decente.
Aquí se acabó mi fugaz visita al Parque Nacional Matas de Cantanhez. Un lugar que creo que merece la pena visitar a pesar de la odisea del viaje.
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