II Crónicas malasias de Mister Cool Uncle
Peluche Discreto y su mochila de 60 litros
Eran las cinco y media cuando sonaron las alarmas del móvil. Bajamos a la inmensa recepción, y en cinco minutos apareció un taxi de GRAB que nos llevó de nuevo al Aeropuerto Internacional.
Pasamos el control de seguridad de pasajeros sin facturar nuestros equipajes. La mochila — capacidad 60 litros — de Peluche Discreto pasaba peligrosamente las medidas establecidas por la compañía Air Asia para llevarla en cabina.
— Sonríe a la chica que controla el equipaje — le dije, medio en broma, al verla apostada junto al medidor metálico en la entrada del filtro.
Miró la mochila, y por un momento pensé que acabaría en la bodega y pagando por la facturación; pero no se si fue la sonrisa la que hizo efecto o la benevolencia de la agente de tierra. El caso es que pasamos.
A la vuelta, tres jóvenes españoles que sí habían facturado su equipaje alucinaban con la mochila de Peluche Discreto, y que nadie de la compañía le dijera nada, le parecía increíble al único chico cuando se lo comentaba algo indignado a sus amigas. Y es que en el regreso ni la miraron, no hubo suspense.
Nuestro vuelo aterrizaría unas horas más tarde en Sandakan.
¿Os suena Sandakan? A mí sí, de Sandokan
No podía dejar de asociar Sandakan con las famosas novelas de Sandokán creadas por el escritor italiano Emilio Salgari. Aunque nunca leí sus libros, recuerdo haber visto una adaptación cinematográfica en mi infancia. Me pregunté sí, dado que las novelas están ambientadas en la isla de Borneo y Sandakan ya existía cuando Salgari las escribió, esta ciudad podría haber sido fuente de inspiración. Además, el nombre Sandokán no posee una etimología clara ni precedentes anteriores, y el autor se documentó minuciosamente a través de libros de la región para escribir sus novelas. ¿Acaso, en ese proceso tedioso, mientras exploraba la toponimia geopolítica de la región, no se topó con Sandakan y de ahí nació el nombre del famoso personaje? Al fin y al cabo, sólo una insignificante vocal separa ambos vocablos.
Aterrizamos al mediodía, todavía pensando en el Tigre de Malasia, como apodaban a Sandokán.
Era un aeropuerto pequeño, pero moderno. En Malasia, todas las infraestructuras tenían el lustre de inequívoco de lo recién horneado. Para acceder a Sabah, el estado de Borneo que accedíamos, tuvimos que pasar un control de pasaportes meramente testimonial, debido al régimen especial de la región, pese pertenecer a Malasia.
En el frontal de la Terminal había varias furgonetas para recoger a los turistas y llevarlos directamente a la selva. Pocos eran los que optaban la cercana Sandakan, una población interesante de visitar a pesar de sus escasos atractivos turísticos.
Mi Pequeña Heredera no quería salir de los confines del aeropuerto para tomar un GRAB o buscar una parada de autobús para ahorrar unos rings, y Peluche Discreto tampoco mostraba predisposición alguna. Así que acabamos negociando un taxi oficial que poco se pudo bajar de precio.
Sandakan, pese a ser cuatro veces más pequeña que Kuala Lumpur, estaba aquejado del mismo mal que la capital, el tráfico era horroroso.
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Centro de Sandakan |
El centro de Sandakan
Nos dejó en el Marine Bay Hotel, un alojamiento correcto a un precio accesible. Cogimos dos habitaciones: una para mí y otra para los chicos, para que tuvieran su intimidad. Aproveché para dar una vuelta antes de ir a comer. Al lado del hotel se encontraba el puerto pesquero de la localidad y una lonja donde se vendían productos frescos. El fuerte olor a salitre y pescado irrumpió en mis fosas nasales como un puñetazo, aunque solo fueron unos segundos; suficientes para que su intenso protagonismo cediera al visual, mientras curioseaba las paradas de los vendedores.
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Embarcaciones pesqueras de Sandakan |
Luego salimos en busca de una casa de cambio y una tienda de telefonía para cambiar dinero y comprar tarjetas SIM para ellos. Con los trámites hechos, fuimos a comer a un restaurante junto a la costa. Allí presencié algo curioso: vi al primer varano emerger entre las rocas del rompeolas, el segundo lagarto más grande del mundo. Recorrió unos metros y desapareció por una de las cloacas municipales. Los chicos no alcanzaron a verlo, ya que estaban sentados de espaldas. Cuando se giraron, el animal ya se había perdido en los submundos acuáticos entre los desechos de los “nietos de los antiguos mercaderes”.
Antiguamente, esta zona era un punto de entrada de mercancías procedentes de China y otros países de la región, lo que convirtió al asentamiento humano en un activo gremio de mercaderes.
Les había hablado tanto del agua de coco… De lo deliciosa que me pareció en la isla de Palawan, bebiéndola directamente del fruto, que cuando Peluche Discreto y yo la probamos allí fue toda una decepción: estaba caliente. En Filipinas la tomé bien fría, lo que le daba otro sabor. Beberla del tiempo le quitaba su bravura gustativa y la dejaba en “simple producto de supervivencia".
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Mural en Sandakan. El arte callejero esta muy presente en las fachadas de la ciudad |
El siniestro personaje
Fuimos a dar una vuelta por el centro comercial, ubicado en el centro y muy cerca del hotel. Mi Pequeña Heredera quería comprar un protector para su flamante y nuevo iPhone 16 PRO, adquirido en Europa para la ocasión. Mientras ellos compraban, apareció ante mí un joven desgarbado, delgado y con media melena. Sus ojos revelaban una alteración de la conciencia, probablemente provocado por alguna droga. Se presentó, moviéndose de un lado a otro como olas que se acercan a la orilla y se retiran constantemente.
Me pidió el teléfono, y se lo di para que me dejara tránquilo. Pero como una ola más grande que arrastra el agua unos metros más allá, se acercó decidido y me dijo: " I have fallen in love with you. I like a lot". Sonreí y me despedí de él, pensando que no lo vería más.
Sin embargo, no fue así. A última hora de la noche, antes de ir a dormir, di mi último paseo por la población y noté que alguien me seguía en la penumbra. Me detuve un momento para averiguar quien me seguía, y volvió a aparecer el chico desgarbado, insistiendo en que le gustaba. No me pareció violento, pero en ese momento, cuando los viandantes ya eran escasos, me incomodó. Con el rostro más serio de todos los que podía mostrar, le dije que no estaba interesado, que tal vez mañana, que estaba cansado. Se alejó sin volver a verlo, aunque al día siguiente tenía un mensaje de él que ignoré.
No era mi belleza lo que le atrajo — perdida la juventud y feo como soy— sino la oportunidad de tener sexo en una sociedad donde ser homosexual no estaba bien visto, o quizás la esperanza de obtener dinero fácil utilizando el sexo. O incluso ambas cosas.
La realidad es que la homosexualidad podría haber sido un opción más exitosa en mi vida sentimental, ¿quién sabe? Pero a estas alturas de partido, es algo que ya no voy a explorar. El sexo, al igual que los vínculos emocionales, cada vez me interesa menos. El mundo, para mí, ya es otra cosa. Ni peor ni mejor... simplemente distinta.
Sim Sim Water Village
Tomamos un Grab para ir a cenar a Sim Sim Water Willage, pero antes haríamos una visita a este barrio flotante. Según lo que había leído, este era el emplazamiento original de la ciudad, y data de 1879.
Mi Pequeña Heredera que pagó el Grab, cometió un error de principiante al sacar su bolsa interior y mostrar todo el dinero al conductor para pagar.
A este se le pusieron los ojos como platos; la codicia alteró su expresión facial, aunque no dijo nada ni pidió nada. Mi sobrina se asustó un poco al ver la expresión mal disimulada del conductor. La tranquilice: "Hoy, al menos, no nos robará. Tenemos sus datos en la aplicación de Grab". Pero le recordé la importancia que tiene cuando se viaja de ostentar lo menos posible para no despertar la avaricia, y nunca mostrar el dinero que realmente se lleva.
Varias pasarelas de maderas rectilíneas daban acceso a todas las casas flotantes. Eran estrechas, y solo los vehículos de dos ruedas y los peatones podían transitar por ellas. Algunos residentes nos saludaban alegremente, otros eran más retraídos, pero en ningún momento nos sentimos no bienvenidos.
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Sim Sim Water Village |
Las aguas colindantes estaban cubiertas de plásticos, lo que daba un aspecto más pobre; aunque no nos pareció un barrio marginal, más bien de humildes trabajadores. Incluso algunas casas flotantes ya no recordaba a un barrio humilde, por sus fachadas cuidadas y glamurosas.
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Casa de Sim Sim Water Village |
Llegamos al restaurante Sim Sim Seafood Village justo diez minutos antes de que cerraran la cocina. Era un local con una amplia terraza sobre el mar, decorada con abundante iluminación, como si estuviéramos en una verbena.
Peluche Discreto y yo pedimos manta raya y cerveza; Mi Pequeña Heredera un revuelto de marisco. Fue todo un acierto: estaba todo buenísimo y el lugar era maravilloso junto al mar. Nos sirvieron una cerveza Tiger de un litro para cada uno. Peluche Discreto dijo que era demasiado; para mí, con la sed que tenía y las ganas de cerveza, casi que se quedó corta. Además, siendo un país musulmán, en muchos sitios que no había cerveza, así que aproveché la oportunidad. De hecho, la cerveza Tiger es tailandesa. Lo sé, porque hacía diecinueve años que había viajado dos meses por este país y me había hartado de ella.
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Accediendo al restaurante Sim Sim Seafood Village. Todo un acierto. |
A las once de la noche me fui a dormir. Ellos se recogieron un poquito antes. Me sentí contento por la tranquila experiencia que me había ofrecido Sandakan. Me encantó el barrio de Sim Sim Water Village.
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