V Zuérate por libre

Mauritania por libre


V Hoy y mañana, mochila mía, descansaras con más lujos.


Zuérate por libre



Serían cosa de las nueve cuando apareció el taxista en el albergue de Chinguetti para llevarme a Atar (300 MRU). Esta vez, la espera solo se prolongó una hora. Era el primer pasajero. Recogió  a un hombre y una mujer con sus hijos en sus respectivas viviendas.

Volvimos a salir por la pista cubierta de arena, donde  la sensación era que navegábamos en un mar picado.

Al dejar el puerto de montaña que el día anterior había pasado con Ahmed y Kemet, con impresionantes vistas del panorámico cañón, nuestro vehículo pinchó.

El cambio de neumático fue rápido. No era la primera vez ni la última que ocurriría. El terreno y el desgaste de la rueda auguraban nuevos pinchazos.

Llegamos a las 10:00h a Atar.

En la agencia de transporte a Zuérate, me informaron que hasta las 15:00 h no había programada ninguna salida. Así que dejé la mochila y aproveché para conocer la ciudad de Atar.

Me compré un tagelmust (turbante) por 70 MRU para mi viaje en el Tren de Hierro sobre uno de los vagones, un viaje que no ocurrirá jamás,al menos tal como tenía previsto hacer.



En Atar con el turbante tradicional.


Atar no es una parada imprescindible para turistear, pero sí que es el centro neurálgico donde se encuentran las agencias para programar  los tours y  la  puerta de entrada aérea.  Ahora no lo sé, pero antes de los atentados había vuelos directos desde Francia.

Finalmente, cuando me encontraba adormilado en una de las esterillas ( el mejor invento de los nómadas para las largas esperas) de la agencia de transporte, me llamó uno de los empleados para que lo acompañara hasta la calle de al lado. Allí había un autobús repleto de gente que paraba en Zuérate.

Su interior era oscuro debido a los vidrios ahumados, y todavía tenía jirones de los plásticos protectores originales que cubrían los asientos. El conductor acomodaba a los bienvenidos, y a mí me tocó en el medio de una hilera de tres. Cuando pensaba que iba a viajar más cómodo, resultó que no. Estuve poco avispado  al ser considerado con todos los pasajeros y por quedarme el último en subir.



Autobús de Atar a Zuérate.


Aunque la carretera estaba en buen estado, el paisaje se volvió monótono al salir de la accidentada región de Adrar. Además, los cristales oscuros del autobús no me dejaba ver las verdaderas tonalidades del desierto, le daba un aspecto más pusilánime, menos vigoroso.

A la puesta del sol, como siempre, paramos en el solitario desierto para orar.

Un fuerte viento soplaba en ese momento. Tenía ganas de orinar y la única manera era hacerlo con el viento en contra para respetar el pudor musulmán y que no se vieran mis partes íntimas. Era la única opción en esa  inmensa llanura árida. Los otros que tomaron mi camino orinaron de rodillas para no salpicarse. Cuando me di cuenta, era demasiado tarde. Menos mal que el viento rápidamente hizo el trabajo de una secadora realmente eficiente.

Después,  el horizonte flamígero se apagó poco a poco, hasta que la oscuridad fue compañera de las últimas horas de viaje,  perdí de vista la yerma tierra del desierto mauritano.



Parada para orar.

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Los controles de documentación no fueron muchos. En uno de ellos, cuando el policía se iba con una fotocopia de mi visado, un pasajero le gritó para que me lo devolviera, a lo que le comenté que no se preocupara, pues no era el original. Era de agradecer la buena predisposición mauritana.

Llegamos a Zouérate a las 20:00h de la noche, los taxistas, con la ayuda de un pasajero, me llevaron al Hotel Tiris, el cual, como había leído por internet, había sido cerrado definitivamente. 

Un hombre salió de la sombría recepción y preguntó en un comercio cercano por un alojamiento barato. Según él, había apartamentos y albergues, pero los taxistas me llevaban a los alojamientos más caros. Al final, después de dos horas, de taxi en taxi, opté por alojarme en el Somasert (Oasian) Hotel (2070 MRU por noche). Los precios estaban indicados en un tarifario en el mostrador de recepción. El alojamiento, calidad-precio, era una porquería. Si lo llegó a saber, hubiera pagado diez euros más por noche y me hubiera alojado en el Hotel Zouerate, mucho más moderno y limpio. El problema era que ya estaba cansado y estaba en el otro lado de la calle principal.

Intenté buscar otro alojamiento para el día siguiente, pero al que me enviaron también estaba cerrado: TMS Hotel. Así que me quedé una noche más.



Los hoteles más baratos misteriosamente en Zouérate acababan cerrando. ¿Por qué Iker Jiménez?



Confirmado: Hotel Tiris sigue cerrado.


Zouérate tenía un aire más moderno para los estándares mauritanos. Había restaurantes y bastante comercio. La mina daba prosperidad a la población.

Como ya era tarde, me fui en busca de un lugar donde comer algo, ya que llevaba todo el día comiendo galletas. No pude hacer peor elección: entré a una pizzería y pedí una de quesos. Sin embargo, al mirar de reojo la cocina, se me puso cara de póker; era imposible salir vivo de allí. La higiene, lo poco que vi, me asustó, y, aun así, me comí la pizza. Y la experiencia no se equivocó: al día siguiente tuve diarrea que me condicionó mi alimentación durante dos días.😓



La pizza traicionera, la que me dejó fuera de combate  dos días.



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Zouérate, ciudad situada al norte de Mauritania, era el epicentro de la explotación del mineral de hierro que el tren minero transporta hasta el puerto atlántico mauritano de Nuadibú. El convoy ferroviario, construido por Francia en 1963, culmina la explotación mineral que comenzó en el período colonial; el tren es uno de los más largos del mundo con tres máquinas locomotoras y puede llevar de 100 a 200 vagones de carga mineral. 

El tren de hierro era la principal razón para visitar esta ciudad sin interés turístico. Mi primera intención era hacerlo subido en uno de los vagones cargados de mineral de hierro hasta la costa atlántica. Sin embargo, las informaciones no eran muy esperanzadoras, saliendo desde esta población.



 A las afueras de la Société Nationale Industrielle et Minière (SNIM).



En Zouérate, 10 de mayo de 1973, como dato anecdótico,se puso la primera piedra para la creación del Frente Polisario. En aquella reunión asistieron 17 saharauis de Argelia,Mauritania, Marruecos y el Sahara Español, entre ellos, El Ouali Mustapha Sayed, el primer líder del Frente Polisario. La elección de este lugar no fue casual: su ubicación estratégica fue clave. De hecho, hoy en día, algunos saharauis de Tinduf, sobre todo comerciantes, utilizan la pista de tierra que une ambas ciudades, que esta en proceso de ser asfaltada para mejorar las comunicaciones, para ir a Nouadibú.

Aproveché el día para tomármelo con calma y comprar  lo que me faltaba para poder viajar en la vagoneta del mineral lo más cómodo posible: una manta y cuatro litros de agua.

Paseé hasta la entrada de acceso a las minas. El acceso estaba prohibido. Habían construido casas unifamiliares para los trabajadores. Allí charlé un poco con un trabajador que poco entendí lo que me decía.

Me llamó la atención que en  aquella parte de Zouérate había barrenderos.

Bueno, Zouérate, era probablemente la ciudad más moderna de Mauritania. Y resultaba extraño que se eso se diera en la más absoluta desolación, rodeado de desierto y más desierto. Pero era una obviedad que la culpable eran las minas al aire libre que aportaban un plus importante en el desarrollo urbanístico.

La oficina de la estación de tren en la ciudad se ubicaba cerca del  antiguo Hotel Tiris. Aunque no recomendaría ir a aquellos que quieran subir al tren del hierro como polizones de verdad, sin el permiso de las autoridades. Por otra parte, considero que hacerlo "ilegalmente" ( no alegalmente, como antes) puede provocar que endurezcan más las normas y acaben penalizando a los infractores futuros. Eso ya es decisión de cada uno, pero en un mundo cada vez más globalizado, nuestras malas acciones tienen mayor repercusión para los siguientes viajeros.



Las espartanas oficinas de SNIM en la ciudad.


Me acosté esa noche con el leve anhelo de que al día siguiente podría subir al vagón del mineral, a pesar que todo apuntaba que no podría ser así. El polvo negro y tóxico de la carga teñiría mi rostro, sí, pero también mi alma viajera, mi espíritu aún sediento de aventura.



👉En el tren de hierro como pasajero👈






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