IX Rugidos del mar
Marruecos por libre
IX Mi mochila descubre un lugar mágico
Sidi Ifni por libre
Se había iniciado el mes más sagrado del islam, y encontrar en Dakhla una panadería a las diez de la mañana abierta no fue una tarea sencilla, ya que la mayoría de locales seguían cerrados. Y cuando encontré una abierta el surtido de repostería era muy escaso, solo quedaban los que no se habían vendido el día anterior.
Compré cuatro bollitos de chocolate y me senté en un discreto rincón, bajo la protección del toldo de una terraza de un restaurante cerrado, en un calle poco transitada a aquella hora de la mañana. Sin embargo, no fue lo suficientemente solitaria como para evitar que pasara por allí el más tonto del pueblo, quien no dudo en recriminarme por estar comiendo durante las horas diurnas en Ramadán. Le medio sonreí, avergonzado por no haberlo mandado a la mierda, pero prefiriendo evitar iniciar una "nueva cruzada entre cristianos y musulmanes", ahora que nos llevábamos bien y donde ningún viajero debía temer lo que temió Camille Douls en sus cinco meses por el Sahara Occidental.
A la una del mediodía me encontraba en la agencia de la Compañía CTM, ubicada en un rotonda muy cerca de la gare de Set-Place. El día anterior había comprado los billetes de autobús para los dos viajes que iba a realizar por tierras marroquíes: de Dakhla a Sidi Ifni (430 MAD) y Sidi Ifni a Marrakech (195 MAD). Para guardar la mochila en el compartimiento de bodega del autobús tuve que pagar unos dirhams adicionales. El autobús salió puntualmente a las 15:00h.
Mi primera intención era ir a Tarfaya, mucho más cerca que Sidi Ifni, pero al final me decidí por esta última plaza porque lo que vi de ella me resultó más atractivo, a pesar de que el viaje durara 16 horas, pero, después de venir de Mauritania, me pareció viajar en primera clase en el avión más moderno del mundo.
Mientras recorríamos el Sáhara Occidental, me di cuenta de lo engañado que había estado a lo largo de toda mi vida. Desde que supe que España había tenido un territorio en el Sáhara, siempre había pensado, erróneamente, que la extensión de desierto era mucho más pequeña. Tal vez esa percepción se debía al escaso número de habitantes de la región.
Al caer el sol por el horizonte de la línea imaginaria del océano Atlántico, instigado por los pasajeros hambrientos, hicimos una parada larga en un restaurante de una localidad que no logré identificar, pero situada todavía en el Sahara Occidental.Por 5 euros me puse hasta las cejas.
Luego, a medianoche hicimos otra parada larga en un área de descanso repleta de viajeros marroquíes que no desaprovechaban la ocasión para llenar sus buches antes de que el sol volviera a cerrarles la boca.
Llegué a Sidi Ifni a las 08:00h. En la parte alta y nueva de la ciudad.
A las 11:30 h me acerqué al histórico hotel donde había hecho la reserva por Booking ( 26 euros por noche). Antes, sin las miradas inquisidoras de algún radical musulmán, comí unos sabrosos pasteles en una pastelería y cambié 150 euros en una casa de cambio, en la misma calle de la oficina de CTM.
Realmente, en los lugares turísticos de Marruecos, se era mucho más tolerante con los viajeros occidentales no musulmanes en época de Ramadán. Y Sidi Ifni tenía suficiente turismo para convivir en paz con otras creencias.
El hotel Suerte Loca se ubicaba en la parte baja del centro histórico de origen español. En su día acogió a mandos del ejercito peninsular. Donde hoy está el bar, fue una cantina con una chimenea que ha desaparecido, tal como lo muestra un cuadro con la foto del padre de Ahmed — propietario del alojamiento — tras la barra del bar. En la imagen, una chimenea, y delante de la barra, un militar de pie con un rostro distendido y alegre.
Mi habitación se ubicaba en la parte nueva del edificio y tenía vistas al mar. Este rugía sin descanso; el oleaje, ininterrumpido, era un sonido casi celestial, rompiendo con constancia antes de acariciar la orilla. Era una presencia ancestral, pero no resultaba molesta, ni siquiera en plena madrugada.
Hotel Suerte Loca en Sidi Ifni. Un alojamiento con sabor militar. |
Viajé en el tiempo, recorriendo las huellas que dejó la arquitectura del colonizador en Sidi Ifni. Vestigios de un pasado marcado por el reflejo del Mediterráneo ibérico, todavía presente en sus edificios principales, cuando la ciudad se conocía como Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Exploré algunos de estos edificios desde el exterior, cerca de la antigua Plaza España, hoy llamada Plaza Hassan II. Sin embargo, puede ser por rebeldía bereber, muchos aún la llamaban por su nombre original:
- La Pagaduría, que albergaba la administración militar española, en su ocre fachada aún conservaba el escudo preconstitucional de España, una reminiscencia de un pasado franquista que, aunque lejano y perdida en las páginas amarillas de la historia, seguía manteniendo presente su autoritarismo, ahora en manos distintas, pero con otra ideología.
- La Iglesia de Santa Cruz, que funcionó como tribunal hasta hacía poco y ahora yacía en el olvido, víctima del paso implacable de la indiferencia y el tiempo.
- El Palacio del Gobernador, transformado en Palacio Real, donde se celebraban eventos oficiales y administrativos de la región. Lo custodiaba una pareja de policías aburridos, con su atención difuminada por la rutina.
- El Cine Avenida, todavía con sus letras azules.rememorando la época del NO-DO y de una España muy distinta a la actual. ¡Cuantas historias de amor, traición y venganza tuvieron que florecer en las noches festivas a la orilla del Océano Atlántico, desde el África continental!
Cine Avenida. |
- El Gobierno General, ahora convertido en el ayuntamiento, un de las construcciones más hermosas de esta pintoresca población blanquiazul.
- El singular Edificio Barco, cuya forma recuerda claramente un gran navío, en el que se alojaban oficiales.
Almorcé en Suerte Loca.
Pregunté a qué hora subía la marea a Ahmed para poder ir caminando hasta la playa Legzira — donde había un hermoso arco natural formado en la roca por las inclemencias de la meteorología. Antes había dos, pero en 2016 colapsó el más pequeño — por la costa. Perfecto, podría hacerlo sin ningún problema. Había que tener cuidado porque cuando subía la marea no se podía recorrer este magnífico paseo por la costa.
Bajé las escalinatas cercanas a la playa y tomé dirección al norte, por la costa.
La bajamar dejaba al descubierto una franja de playa, a veces arenosa, otras rocosa; pero, especialmente me fascinaba la belleza de los breves estanques que se habían formado, atrapados entre las concavidades del terreno rocoso sin poder volver al mar, y la bruma casi fantasmagórica de las primeras horas. La irrealidad de la imagen conmovía mi espíritu. Además, los enormes acantilados rojizos a un lado le daba un aspecto mucho más misterios, salido de un cuento de fantasías imposible.
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Un lugar mágico. |
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Estanques formados por la retirada del mar en la playa de Sidi Ifni al Arco Monumental. |
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Una de las mejoras cosas que se puede hacer en Sidi Ifni es ir paseando, por la fotogénica playa,hasta al Arco. |
También hay cabida para la arena en el recorrido hasta el Arco Aman Ali arch. |
Ya veo el arco. |
Y aquí está Aman Ali Arch, no el de Legzira, como había pensado al llegar e irme. Al no haber nadie, nadie pudo sacarme de mi error. |
Tal vez una hora, tal vez una hora y media, fue lo que tardé en llegar hasta Aman Ali arch. Aunque me habían advertido que estaba lejos,la realidad es que fue uno de los paseos que se me hizo más corto.
Más tarde,ya en Sidi Ifni, me di cuenta que me había equivocado de arco. Este era uno más pequeño. El arco de Legzira había que seguir andando un poco más (aproximadamente un kilómetro). Por eso el paseo resultó tan corto.😂 ¡ Soy un crack!
Así que no me lo pensé dos veces y decidí volver andando a Sidi Ifni. Había considerado subir a la carretera y hacer autoestop o tomar un taxi, pero al llegar lo descarté completamente. Había disfrutado tanto de aquel escenario que tenía ansias de repetir la experiencia una vez más.
A lo largo de la costa,entre las rocas y la orilla, había pescadores con cañas y otros con unas varas que llevaban cangrejos vivos atados en la punta. Los utilizaban como anzuelo, para atraer a los inteligentes pulpos. Uno de ellos me mostró,orgulloso, sus capturas que llevaba en una bolsa de plástico. Era Aylal, un hombre mayor que de pequeño había cohabitado con españoles. Todavía recordaba palabras en castellano que pronunciaba con dificultad, pero con una claridad tan luminosa como la luna llena. Me despedí de él y seguí mi camino de vuelta.
Pescador |
La tarde la disfruté en completa relajación, leyendo en el balcón de mi habitación mientras el rugido del mar acompañaba cada página. Pensaba en cómo Sidi Ifni me había atrapado y en la certeza de que volveré alguna vez... Hay lugares a los que sabes que no regresarás, pero hay otros en los que dejas la puerta abierta, muy abierta. Sidi Ifni, de hecho, es el rincón de Marruecos que más me ha cautivado en mis breves viajes por estas tierras.
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