Mochilero en el minarete de Samarra

De cuando subí a la esencia de sus prístinos peldaños, allá por mayo del 2022..

A causa de los atentados perpetrados en la mezquita chií de Samarra, se decidió cerrar todos los hoteles de la ciudad  hace un tiempo, y hasta el  día de hoy sigue así. No permitían las autoridades que ningún foráneo pernoctara allí, al menos oficialmente. En algún foro leí que algún visitante había dormido en una casa particular.  Y podría ser, por supuesto, una experiencia más enriquecedora e  interesante conocer  la ciudad a manos de un samarrense, contactando a través de la página de facebook: Iraqui Travellers Cafe donde es muy fácil hacer amigos iraquíespero yo era  un lobo solitario que no soportaba estar tantas horas ligado a una persona, y más sin conocerla. Así que la opción más razonable era pernoctar otra vez en Bagdad, en donde el río Tigris quería asfixiar una porción de esta tierra legendaria con un meandro imposible que describía una alargada parábola muy cerrada. Elegí el mismo hotel de mi llegada al país: Life Palace Hotel  y Rest. Ubicado en el interior de esta parábola. 




Las dos opciones más razonables para llegar a Samarra desde la capital, eran: viajar en transporte público, donde podría perder muchísimas horas en los check points  para poder acceder pero muy barato o elegir la más cara, un taxi, pero que me facilitaría pasar los controles de seguridad.. Al final opté por la segunda. Durante la mayoría de  los días que estuve en Irak casi siempre me moví en transporte público, excepto en dos ocasiones, y  esta fue una de estas dos veces.

Contraté el taxi a través del hotel por un total de 150 dólares, que incluía el traslado de ida y vuelta desde la capital a Samarra.

Amaneció con un cielo claro sin la miríada de arena en la atmosfera de días anteriores en la Ciudad de las Mil Heridas (Bagdad). Por fin, iba a conocer  una de las imágenes más icónicas y fotogénicas del Irak turístico. El minarete más sorprendente de todos aquellos que siguen en pie en el siglo XXI .La Torre Malwiya.  




Desayuné en el copioso buffet del hotel y, diez minutos después, a la hora convenida, apareció mi conductor y mi intérprete. Aunque sus conocimientos de la lengua de Shakespeare no pasaban del "Hello" y "Where are you from?", durante todo el viaje se apoyó en la aplicación del móvil Google Translate. 

No falta mucho en el tiempo en que las  barreras lingüísticas no sean un inconveniente a la hora de viajar por el mundo gracias a los avances de la IA, pero perderemos un poco más el encanto viajero  y , lo que es peor, la sabiduría intuitiva, aprender e interpretar nuestro entorno a través de nuestros sentidos. Corremos el riesgo de olvidarnos de la base prístina de los conocimientos y quedarnos solo con las palabras.

Partimos los tres en un viejo coche. Mientras conversábamos con ayuda de la tecnología, me di cuenta de que al joven intérprete le faltaban  dos dedos de la mano derecha, viniéndome a la memoria  una frase del libro de la Semilla del odio sobre cómo en los arrabales de la capital, en el periodo más convulso de los últimos tiempos en Irak, dominados por Estado Islámico se castigaban a los fumadores cortándoles los dos dedos. Resultaba aterrador pensar en la facilidad que tenemos los seres humanos de ser  el Dr. Jekyll y Sr. Hyde al mismo tiempo; pero  lo que más sorprendía  era que una persona de la talla literaria de  Stevenson titulase su obra maestra como: " The strange case..." ,lo cual uno solo podía pensar que debía ser el titulo más irónico de la literatura universal. 

Era un caos circulatorio en la hora pico en la capital intentar moverse en vehículo por sus calles; todo cambiaba, por suerte, en la hora valle en la que abandonábamos la ciudad.  Enseguida dejamos los barrios periféricos y nos dirigimos  a Samarra por una carretera aceptable .  Los controles de seguridad, al ir acompañado, se convirtieron en sencillos trámites. Nada que ver con viajar solo. 

En mi estancia en Irak, pasé una veintena de check point y en dos de ellos me puse algo nervioso, ya que las  fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado me interrogaron  con mayor vehemencia para averiguar  mis  verdaderas intenciones. Sin embargo, una vez se daban cuenta que no era un simpatizante de Estado Islámico, del PKK  u otro grupo considerado terrorista por el país, de inmediato querían tomarse fotos conmigo o saber de qué equipo de futbol era seguidor.. La mayoría de los iraquíes que les gustaba este deporte eran merengues o culés. En este país, si se disputara un partido entre el  R. Madrid y el  Barcelona en uno de sus estadios, incluso si fuera amistoso, el gobierno probablemente lo consideraría  como un día festivo nacional debido a  la gran repercusión que tendría entre los ciudadanos.

Después del gran atentado  al mausoleo chií en Samarra en  2006, que tuvo lugar en una ciudad de mayoría suní, provocó el detonante definitivo para desencadenar  la violencia sectaria en el país, entre dos comunidades que habían vivido a lo largo de su historia con altibajos pero en la mayoría de las veces habían coexistido en paz. Y tal como cité en el primer párrafo de este post cerraron todos los alojamientos de la ciudad. Nadie reivindicó el atentando. Las mentes más conspirativas o más mal pensadas afirmaban que detrás de estas explosiones estaba la mano oculta del servicio de inteligencia norteamericano.  

Aparcamos en un  descampado al lado de un gran solar donde,  en épocas lejanas, resplandecía una gran mezquita, conocida como  La Gran Mezquita Abasí, en su momento fue la más grande del planeta. Aún se conservaba el muro perimetral y el famoso minarete denominado Torre Malwiya.




En una pequeña ventanilla de un humilde acceso, mis acompañantes pagaron la entrada y desde allí ya teníamos una bonita perspectiva del minarete, que tenia forma de cono truncado  y color ocre. Desafortunadamente este milenario monumento no pudo escapar de la guerra y en abril de 2005 un proyectil de mortero daño parcialmente su estructura. Los  ocupantes norteamericanos habían reacondicionado este monumento como una torre de vigilancia, como ocurrió con la mezquita de la ciudad once años después, nadie revindicó el atentado o ataque. Por fortuna, las heridas  ya habían sido curadas y volvía a lucir hermoso y espectacular una vez más.

Me aproximé al célebre minarete a realizar las fotos pertinentes para inmortalizar mi paso por allí. Era el único extranjero presente, solo había varios grupos de familias iraquíes que también estaban visitando el complejo. Luego, comenzamos a ascender la escalera de caracol  externa, que a pesar de ser suficientemente ancha, estaba bastante expuesta, carecía de barandas protectoras, por lo que había que tener mucho cuidado cuando te cruzabas con alguien. Al llegar a la pequeña  base circular en la parte superior, donde en tiempos remotos el almuecín  llamaba a la oración a los creyentes, se obtenía una excelente perspectiva de toda la ciudad. No era de extrañar que en el periodo de la ocupación estadounidense en Irak utilizaran los soldados norteamericanos  este monumento histórico como torre de vigía. 







Desde aquella pequeña base tenía una perspectiva del tamaño que ocupó la mezquita, adyacente al minarete, gracias a que todavía se mantenía los muros perimetrales de esta. Su interior solo era simplemente un polvoriento solar.

Al subir al coche de nuevo, unos niños curiosos le  preguntaron al conductor de dónde era. Al saber  mi nacionalidad empezaron a preguntar  en voz alta para que yo pudiera escuchar claramente: "¿Barça o Madrid?" Entre risas, respondí:: "Barça" ( a pesar de no ser cierto). Para los extranjeros, parece que solo existen dos equipos de futbol en la liga española, y resulta casi inconcebible que entiendan, aparte de tener tu equipo, que no es necesario ni obligatorio, si te gusta el fútbol, ser de uno de estos dos. No es deber serlo sí o sí. Este alboroto llamó la atención de uno de los responsables del acceso al complejo histórico, quien se dio cuenta en ese momento, que el viajero pesimista  y yo, que somos la misma persona, no éramos nacionales, sino extranjeros. 

El aburrido responsable, de mal humor, se dirigió a mis acompañantes y les recriminó  haber ocultado mi nacionalidad, exigiendo el pago de  25000 dinares por la entrada . Los extranjeros pagábamos muchísimo más que los nacionales, quienes pagaban 3000 dinares. Para ellos, Samarra  era igual de desconocida que para mí, y casi con toda seguridad era la primera vez que trabajaban en el sector turístico. Así que, en ningún momento intentaron engañarlos. Al fin y al cabo, la entrada iba a mi cargo. 

Aparcamos cerca de las calles del centro de la ciudad, las cuales estaban fuertemente custodiadas, obligándonos a pasar por controles de seguridad  para acceder a su interior. Estas calles envolvían el Mausoleo de Ali Al Hadi y su hijo Hasan Al Askari ,dos de los doce imanes venerados por los chiíes. Las huellas del último atentado todavía eran visibles en la cúpula , que en su día fue dorada y ahora estaba rodeada por andamios a causa de los trabajos de  reconstrucción.






Antes de acceder al recinto, nos encontramos con una pequeña plaza rectangular rodeada de stands para guardar bolsas y calzado. Solo se `permitía el ingreso con móviles, pero, en cambio, nada de cámaras. A pesar de eso, como extranjeros e  "infieles" éramos bienvenidos a entrar siempre y cuando , obviamente, fuéramos respetuosos. Esto contrastaba con mi experiencia en Qom, Irán, donde solo pude visitar el complejo acompañado y desde los patios externos sin acceder al interior de los edificios.

Sus interiores con iluminación psicodélica no generaban  el mismo efecto de espiritualidad que experimentaba en los sobrios e imponentes edificios cristianos. Daban ganas de poner música techno, y eso que no era un apasionado de este género musical, y ponerme a bailar alrededor de los mausoleos. Por otro lado, los creyentes musulmanes más devotos se tomaban muy en serio sus plegarias, orando alrededor de sus santos. Siempre me ha llamado la atención  ese ferveroso sentimiento de los acólitos religiosos y la unión que todos ellos comparten, sin importar la fe que practiquen.

Abandonamos Samarra, y antes de llegar a Bagdad, paramos a comer en restaurante de carretera  muy concurrido de iraquíes. 

A la vuelta, mientras miraba por la ventanilla exterior, reflexionaba sobre cómo  el entorno puede influir en las personas y lo  vulnerable que somos a su influencia, y es que nada en la existencia humana parece dejada al azar.Al recordar cómo la vida del demonizado califa que proclamó el Estado Islámico en la ciudad de Mosul: Abu Bakr Al Bagdadi experimentó un cambio significativo. En la época de Saddam Hussein,, él era conocido por  jugar muy bien al fútbol  en Samarra y era apodado Maradona. Llevaba una vida relativamente sencilla y tranquila, no se reportó de aquella época episodios violentos ni oratorias radicales de sus creencias religiosas, azuzando contra el infiel. Sin embargo, en las prisiones  del país creadas por los ocupantes , donde fue detenido por terrorista, aunque algunos dicen que en aquella época se hacía indiscriminadamente, solo por pertenecer a la misma afiliación religiosa que la del ex presidente derrocado, se radicalizó.

Había leído a través de relatos y visualización de videos que Al-Baghadi pudo haber sufrido torturas durante su detención. No quiero justificar sus acciones, pero es importante reconocer que la ira y el odio a menudo se alimentan de experiencias injustas, negativas y perjudiciales. En muchos casos, esa maldad extrema puede ser una respuesta desproporcionada a una injusticia sufrida. No podemos ser ingenuos y creer que la violencia y el extremismo surgen de la nada. 

Con esta reflexión del Viajero Pesimista se acaba mi viaje a Samarra y da por finalizada esta entrada. Y con toda seguridad, todavía habrá algún post más de Irak.





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