Mochilero en Angola (VIII)

Capítulo VIII 

Solo Benguela, porque no hay tapón que pare esto


Había pasado una noche de mierda, especialmente las primeras horas de la madrugada, y la mejor manera de describirla sería como una auténtica secuela de "Nightmare on Elm Street" en Benguela, pero, claro está, sin Freddy atosigándome. Como mencioné  en los párrafos finales del capítulo anterior tuve que lidiar con una tormenta intestinal que parecía interminable. Por suerte, con el paso de las horas, los estragos de los retortijones estomacales comenzaron a calmarse. Entré en el comedor del hotel, opté por un desayuno ligero por miedo a que la gastroenteritis volviera a atacar, ya que no habría tapón que parara esto si retornaba. Me conformé con dos plátanos y una taza de manzanilla.¡ Qué remedio!

Y aproveché el día para explorar la ciudad costera con más tranquilidad. Me acerqué primero a la Iglesia de Nuestra Señora de Pópulo, construida por los portugueses en el año 1748, y probablemente sea la primera edificación erigida con piedra y cal en la ciudad.



Igreja de Nossa Senhora de Pópulo.


La iglesia presentaba una fachada sencilla y encantadora de dimensiones modestas, cuya tonalidad variaba según la hora del día y la intensidad del sol. Sin embargo, el día apagado no acompañaba a tomar fotos, debido a un cielo encapotado, que no sería del agrado de los fotógrafos más exigentes. Una estatua de la virgen precedía la fachada en una plaza adoquinada, cuyos adoquines , testigos inmemoriales de otros tiempos, habían acabado muchos por ceder al paso de miles de pisadas, haciendo desaparecer algunos entre la tierra de África. 

La virgen parecía robarle protagonismo al frente de la iglesia, convirtiéndose en el foco de muchas instantáneas vistas en internet.

Volví de nuevo a la Praia Morena, justo al lado de una Cruz portuguesa en un sencillo monolito.  Desde allí, bajé los pocos peldaños que separaban el paseo de la arena y caminé por la orilla dirección a un espacio de barcos de pesca. En el horizonte, podía observar la mar salpicada por estos sencillos milagros de la flotabilidad.



Cruz  en el paseo marítimo de Praia Morena.


Un joven se acercó al observar que estaba capturando fotos del entorno más inmediato, ofreciéndose como modelo. "Eu sou fotogênico!", me repitió jovialmente dos veces. Aprovechando su ofrecimiento, le tomé varias instantáneas. Luego ,tan rápido  como apareció, desapareció; pero dejó una gran sonrisa en mi estado de ánimo que me llenó de un agradable buen humor.



El guaperas de Praia Morena.



Una joven africana buscando algo que no conseguí identificar en Praia Morena.


En aquellos momentos, algunas personas tenían cubos llenos de camarones o cangrejitos que intentaron venderme. Otros, de pie y mirando  hacía quién sabe qué, se encontraban sus ojos en dirección donde el mar y el cielo se fusionaban, creando la falsa ilusión que esa raya ilusoria debía ser una impresionante catarata cayendo en noventa grados en un abismo desconocido. No me sorprendió que las primeras personas que afirmaron que el mundo era esférico fueran tratadas de locos. ¿Cuántos "locos" habrán en el mundo hoy en día que realmente están diciendo la verdad y los consideramos estúpidos?¿Cuántos? Me pregunté en ese decadente día de mayo austral, de nubes amenazantes. Y me di cuenta de lo expuestos que estamos a los relatos oficiales, del peso que tienen sobre nosotros, como influyen y como acabamos haciéndolo nuestros. Y como huimos de los que vienen para hacer tambalear nuestras creencias, huimos como si nos atacara un hipopótamo o, en el peor de los casos, acabamos con su vida. 



Praia Morena


El mundo del ser humano es un lugar demasiado extraño, desde que revistió su intimidad para no exponerla a la claridad del día, donde lo que importa es cómo brillan los azulejos, no cómo se hicieron ni lo que hay detrás de estos.



Praia Morena: Lugar donde  salen al mar los humildes pescadores y donde dejan sus cayucos en Benguela.

Le di unos centavos de kwanza a un simpático joven  que llevaba puesta la camiseta de la tercera equipación de la temporada 22/23 del Barça que había intentado venderme unos camarones . Mientras le tomaba algunas fotos, un grupo de jóvenes que caminaban por la orilla de la arena le gritaron maliciosamente: "O que você faz com branco. jogue-o de um penhasco." Y él les replicó seriamente e incómodo por estar siendo demasiado condescendiente conmigo: "Nao, nao, esse branco é bom". Y yo sonreí tontamente, como si no hubiera entendido nada, pero estando de acuerdo con mi colega de la camiseta del Barça: " Claro que soy bueno. El blanco más bueno del mundo si mi culo esta en juego". 



 Esse branco é bom


Recorrí el paseo hasta su otro extremo, hipnotizado por un muelle  de madera  con cierto aire decadente que divisaba a lo lejos, ubicado más allá de los locales de ocio. Primero intenté llegar por un rompeolas construido con formaciones rocosas que protegía unos muros blanquecinos y unos metros más adelante, en una pequeña cala completamente ocupada por desperdicios depositados por el mar, se erigía una especie de torre de guardia, ambos elementos resguardado por concertina. El sitio, además de solitario, era algo siniestro, de "Gulag tropical" . Así que opté por llegar desde uno de los pasajes de un humilde barrio adyacente.



Chiringuitos en Praia Morena.


La calle principal del humilde barrio estaba muy concurrida de personas, cuando giré a la derecha en el primer callejón que finalizaba en la Praia Morena, flanqueada por humildes casas donde las personas charlaban o realizaban los menesteres cotidianos. De soslayo vi a un joven correr hacia un menor de seis o siete años y decirle algo al oído, después de verme.

La playa en esa área se tornaba solitaria y , francamente, no invitaba su imagen de playa del fin del mundo a realizar una exploración. Un motor de una gran embarcación estaba cubierto de herrumbre  que delataba que llevaba mucho tiempo allí. Un vecino salió de su casa cercana al motor y me advirtió  que no continuara por esa zona desolada: "¡Muitos bandidos!¡Muitos bandidos! repitió con un gesto serio varias veces. No fue el único vecino del callejón que me aconsejó evitar los lugares solitarios de la Praia Morena, especialmente ese sector, quienes me aseguraron que la avenida principal era segura, que podía pasear tranquilo que no se atreverían a robarme. Consideré prudente seguir el consejo de la población local, quienes conocían bien los problemas de su barrio. Por lo tanto, deseché definitivamente la idea de visitar el embarcadero de madera que ya se veía más cerca. En ese momento, recreé de nuevo la escena del joven susurrando al niño unos instantes antes y creí adivinar a donde fue el menor corriendo... ¿o es que tenía mucha imaginación o había visto demasiadas películas de Hollywood?



Los locales me advirtieron que en esta área había muchos ladrones, que no fuera paseando hasta el embarcadero que veía al fondo de la foto.


Retorné al centro de la ciudad, pero a la zona más moderna y caótica. Aproveché para comprar unas galletas en un colmado y beber un refresco en la terraza de un sencillo local. 

De repente, mientras caminaba por una amplia avenida, muy cerca de la mastodóntica Iglesia Sé Catedral, me giré detrás de mí al notar que muchas personas miraban en la misma dirección. Dos jóvenes, teñidos, metafóricamente, sus rostros de "máscaras guerreras de sus antepasados", furibundos por una ofrenda misteriosa, se golpeaban duramente a puñetazos y a patadas durante dos minutos de reloj sin que nadie los separara. Y, sin entenderlo muy bien, se separaron, intercambiando reproches y se alejaron en direcciones opuestas. Todo fue más rápido que  Flash Gordon corriendo una maratón. 



Sé Catedral


La iglesia Sé Catedral fue construida por los portugueses en el año 1970, debió ser de las últimas iglesias construidas por los colonos en territorio angoleño. Su fachada tenía forma triangular y su tejado era a dos aguas, recordándome a una cabaña hecha para que vivieran gigantes. Si tenía algún interés arquitectónico lo desconocía, pero para una persona ignorante en esta disciplina como yo no resultó muy atractiva. 

Al cabo de unas horas en el hotel, retorné alegre a las calles de Benguela, mi estómago aguantaba bien lo poco que había comido ese día.

Me acerqué, por la tarde, a la inauguración de la exposición artística de Ana Quirin. La anfitriona del evento charlaba distendidamente con algunas personas antes de que  comenzara el evento. Su mirada irradiaba inteligencia. Aunque no había muchas personas, las que estaban parecían muy interesadas en su trabajo. Aproveché la oportunidad para echar un vistazo a sus obras expuestas en una pequeña sala. Después, salí a hurtadillas, sintiéndome algo avergonzado por dejar la inauguración, para visitar el desolado hangar del Museo Nacional de Arqueología. Este ofrecía pocas piezas, y las que tenían no contaban con muchos carteles informativos. Sin embargo, lo más significativo para mí era poder estar dentro de  esas históricas naves que tantos sufrimientos y dolores habían presenciado. Intenté imaginarme esa época en la que los hombres eran capaces de deshumanizarse, de normalizar el sufrimiento ajeno. Pero, ¿quién era yo para juzgarlos en el 2024, cuando todavía se comenten genocidios con la misma complicidad de siempre por parte de todos los actores internacionales y todavía seguimos "deshumanizando" una parte de la población por nuestros intereses occidentales?



Lienzos artísticos de  la artista plástica Ana Quirin.


Tomé dos cervezas en una terraza, mientras contemplaba por última vez la Praia Morena. Me quedé contemplado una playa sin grandes atractivos, que había conseguido fusionarse con el nombre de Benguela

Cuando rememoró Benguela siempre se destaca la Praia Morena como su principal protagonista. Benguela, ciertamente, puede ser mucho más, pero para mí fue, sobre todo, ese lugar: epicentro de mi visita a la ciudad.


¿Te vienes conmigo a Luanda?


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