XIV Kastila en las Islas de Poniente
Kabanata XIV
No frena la condenada
Viernes, 8 de noviembre de 2024
Al ser Taytay una localidad genuinamente palahueña alquilar una moto requería de más creatividad que la cercana y turística El Nido, donde muchos alojamientos y negocios se dedicaban a este negocio.
Nuestro Kastila, tras un desayuno ligero que prometía aventura, inició su búsqueda. Caminó entre talleres humildes, esos pequeños santuarios de grasa, tuercas y motores desquiciados anhelantes de una segunda vida, preguntando si alguien conocía el arte de alquilar motocicletas. Fue en uno de esos talleres grasientos donde un alma visionaria le ofreció una Honda Beat, desgastada y envejecida, por 500 pesos el día entero.
El vehículo tenía su historia escrita en golpes y arañazos; cincuenta mil kilómetros de carreteras y caminos la habían marcado tortuosamente. Precavido, el Kastila inmortalizó cada herida con su cámara frente a la dueña, antes de estrechar un acuerdo. No era una montura digna de epopeyas, pero bastaría para su empresa bajo el radiante sol de Palawan, o eso creía.
Esta vez ,no como en El Nido, en la rotonda de entrada a la población, preguntó la salida que tenía que tomar en la gasolinera adyacente para dirigirse a las Cascadas de Majayjay, también conocidas como Taytay Falls, ubicadas a 25 kilómetros desde allí.
La carretera, como un jodido acertijo, guardaba sus secretos, no por celo, sino por falta de pasta. Una pista lateral, oculta y señalizada solo para quienes venían desde El Nido, se burló de nuestro viajero, que siguió de largo sin advertirla. En una tienda primitiva, donde el café sabía a mierda y los rostros de los lugareños contaban largos días de sufrimiento y miseria, preguntó por el camino perdido. Dos hombres, con la calma de quien ha visto de todo, le indicaron que retrocediera dos o tres kilómetros y buscara un cartel modesto, apenas visible, donde el nombre de la cascada aparecía escrito ante la decrepitud del mismo.
Los últimos 850 m de grietas arañadas por las tormentas en el desmenuzable terreno no fueron el mayor de los males, el mayor fue quedarse literalmente sin freno delantero y con un freno trasero con treinta por ciento de su capacidad de frenada. Tuvo que ir con muchísimo cuidado, sobre todo, en las pequeñas rampas, hasta llegar a la explanada de entrada a las cascadas. Pero el mayor problema sería volver en esas condiciones tan lamentables.
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Cascadas de Majayjay. |
El último tramo se deslizaba entre resbaladizos pedruscos, pero la recompensa era bañarse en sus aguas cristalinas y reparadoras. Aunque pudo hacerlo en la anterior poza, la timidez de quedarse en pelotas frente a la guía filipina lo detuvo. En el regreso, ya con el bañador, no dudó en sumergirse en la segunda poza, disfrutando sin reservas.
El retorno a lomos de la Honda Beat fue una odisea angustiosa. Los fuertes descensos y la casi total ausencia de frenos lo obligaron a avanzar con extrema cautela, sintiendo en cada curva la fragilidad de su montura.
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