III Crónicas malasias de Mister Cool Uncle
Sukau
A las 11,00h había acordado con el alojamiento de Sikau que un taxista vendría a recogernos en el hotel de Sandakan para llevarnos a la región selvática. Al ver que éramos tres personas ( el propietario del hotel de Sikau, al parecer, le había dicho que éramos dos), la taxista le pidió discretamente a su hermano que se bajara del coche y se quedara en la ciudad. Sin embargo, a pesar de no entender malayo enseguida me di cuenta de lo que ocurría, insistiéndole varias veces en que no nos importaba ir los tres en el asiento trasero, aunque fuera algo apretado.
El trayecto duró una hora y media por una carretera en buen estado. Por donde circulamos, la vegetación era exuberante ,pero no recuerdo que excesivamente compacta.
Nuestro alojamiento Sukau Village View Stay & Backpackers, estaba ubicado muy cerca del río Kinabatangan ( ¡Dios, cuánto me había costado aprender el nombrecito! De hecho, cuando creía que lo había aprehendido, al escribir este diario volví a dudar. Por fortuna, hoy en día, internet nos echa una mano a quienes padecemos de poca memoria).
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Alojamiento Sikau Village View Stay & Backpackers |
El alojamiento se encontraba en un amplio claro en la selva. El negocio parecía prosperar, ya que estaban construyendo nuevas habitaciones. Durante los dos días que estuvimos allí, vi a los trabajadores las veinticuatro horas en el mismo cuarto: comían, dormían y trabajaban en ese mismo espacio. Las condiciones eran realmente precarias, y me hicieron sentir afortunado. No por ser mejores que ellos, sino porque el destino me había colocado en un entorno más favorable.
El principal atractivo para llegar aquí era para ver la vida silvestre navegando por el río de innombrable pronunciación: Kanbatangan. Aunque el protagonista principal del infierno verde de Borneo no era otro que el orangután, especie endémica de la isla. Así que decidimos reservar varias salidas en bote motorizado y una excursión a pie durante los dos días que íbamos a permanecer allí.
Dije "infierno verde", sí; pero no tanto por nosotros, sino por los orangutanes, que han sufrido la persecución e incluso trata. Se conoce el caso de una hembra explotada por hombres que pagaban para tener relaciones sexuales con ella. Algo que me impacto profundamente la primera vez que vi un documental sobre el tema.
Sin embargo, la zoofilia es una inclinación sexual documentada desde que existen registros escritos, y es algo que no debería sorprenderme tanto a estas alturas del partido. Lo conozco desde la adolescencia o tal vez antes; incluso conocí a un hombre de sesenta años en mi adolescencia que alardeaba de tener relaciones sexuales con gallinas.
El caso es que nunca he sentido atracción sexual por ningún animal — y eso que tuve largos periodos de abstinencia en mi juventud —. Solo me gustaría comprender el porqué sucede. ¿Qué lleva a algunos hombres a desear especies diferentes? ¿ Dominación, morbo o experiencias traumáticas en la infancia o con el género femenino de nuestra especie?
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Orangután en el Centro de rehabilitación de Sepilok |
Nos fuimos a comer a un cercano restaurante: Leverty Restoran, junto a una pequeña población y a la ribera del río. Era un local humilde, pero con platos sabrosos y zumos refrescantes. Mi Pequeña Heredera se quejó del olor que venía de fuera: un pequeño cauce de aguas residuales y montones de basura se acumulaban al lado del establecimiento, justo donde ella se sentaba, adyacente a una ventana abierta.
Comimos allí dos veces. La relación calidad-precio era incomparable: Apenas tres euros al cambio por persona. ¿Qué más podíamos pedir? Que no oliera, diría mi sobrina con su natural sentido crítico.
Las horas previas a la excursión vespertina —de tres horas nada menos— las pase leyendo tranquilamente en el pórtico de mi habitación, acompañado por un amigable, cariñoso y sorprendentemente interesado gato. Se dejaba acariciar como un perro, y no era raro verlo rondar el comedor a la hora de alimentarnos, buscando su merecida gratificación por sus astutas zalamerías. Su presencia resultaba casi terapéutica.
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Adorables amistades. |
Más tarde, mi sobrina y su novio se unieron, y entre risas y fotos para el recuerdo, compartimos ese instante como si el tiempo se hubiese detenido por un momento, dejando esos efímeros instantes que fortalecen el espíritu.
El río innombrable para mis cuerda vocales
Llegó la hora, una furgoneta y una pick up llevaron a una familia australiana, una pareja brasileña y a nosotros a un pequeño embarcadero. Nos separaron en dos lanchas, después de colocarnos los chalecos salvavidas colgados en un improvisado tendedero en el embarcadero, y subimos de uno en uno a la embarcación.
Recorríamos el amplio río buscando en las copas o en las orillas algún animal que se dejara ver.
A pesar que estaba plagado de cocodrilos estos al escuchar las ondas acuáticas que desprendían nuestras embarcaciones motorizadas se hundían. Resultaba complicado ver uno. Solo vimos varios ejemplares pequeños en la orilla al día siguiente.
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Uno de los pocos cocodrilos que quisieron posar para nosotros. |
Aunque no conseguimos ver a la estrella principal en libertad- el orangután -, tuvimos la suerte de avistar un grupo de elefantes pigmeos en la orilla, en un estrecho canal que conectaba el río con un pantano. Fue sorprendente verlos allí, salvajes y tranquilos, con una mirada tan profunda e inteligente que, si quizá hubieran conseguido liberar sus extremidades delanteras y convertir sus patas unguladas en dedos simiescos, tal vez habrían ocupado nuestra posición. Y nosotros... ¿Habríamos sido solo los animales simpáticos de las sabanas, objeto de su estudio minucioso?
¿Quién sabe? ¿O quizás todo estaba ya escrito, y así debía ser? Como el mañana será, inevitable y silencioso, sin darnos cuenta, mientras creemos ser el timonel que guía su embarcación. Pues toda fe comienza cuando decide desprenderse, aunque sea por un instante, de las incomodidades de la existencia.
Pero todo cambió cuando nos acercamos demasiado a una hembra con su cría comiendo en la orilla del río. Nos lanzó un sutil aviso que rápidamente los guías advirtieron como una amenaza, retrocediendo las embarcaciones unos metros hasta que el animal volvió a sentirse seguro. Cuando me giré, mientras retrocedíamos, el espectáculo que había comenzado con dos botes, ahora se había transformado: todo el canal estaba repleto de lanchas, como si los elefantes fueran estrella de Hollywood saliendo del Teatro Dolby tras la entrega de los Oscar. Miles de flashes brillaban, especialmente de turistas orientales con cámaras réflex profesionales que hacían que nuestros humildes aparatos parecieran juguetes ante sus lentes descomunales.
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Elefantes de Borneo |
El encanto del encuentro salvaje comenzaba a desdibujarse, transformando en un circo de asombro y consumo visual. Pero me recordé- con cierto esfuerzo- que y también era parte del espectáculo, y todos tenían el mismo derecho que yo a estar allí. Aunque, desde un rincón egoísta, deseaba que aquella interacción hubiese sido más intima, más personal.
Ultimas horas de nuestro primer día en Sikau
Llegamos al muelle de noche, satisfechos de haber vistos varias especies de monos, pájaros exóticos, elefantes... y, por supuesto, una hermosa puesta de sol en el río. El primer tour fue, con diferencia, el mejor. Al día siguiente no veríamos tantos animales.
Cenamos en el comedor en el exiguo buffet. A Mi Pequeña Heredera, caprichosa en el paladar gastronómico, no le gustó la comida. Nosotros, pese a no ser lo más bueno que habíamos probado en el viaje, la comimos sin demasiado entusiasmo. El zalamero gato fue el gran vencedor de aquella noche estrellada, deleitándose con los restos que había dejado mi sobrina.
La selva nos envolvió con sus cánticos salvajes, mientras danzábamos entre sueños, cada uno en su propio mundo onírico. ¿Quién sabe qué soñó cada cual? Yo, al menos, no recordaba nada al despertar —lo que, supongo, significa que descansé fenomenalmente, sin conflictos que resolver la noche anterior.
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Una magnífica puesta de sol en el río innombrable para mis cuerdas vocales |
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