Mochilero en Angola (VII)
Capítulo séptimo
Adiós Planalto, bienvenida costa
Me encantaba ver aquellos rostros de inocente sorpresa e incomprensible gesto de incredulidad cuando les preguntaba a los conductores de las motos el coste de la carrera y ellos me decían el precio, y yo les replicaba con la frase: " Você me cobra isso porque sou branco." Sonaban mohínos sus "noes" mientras sus ojos se aturdían de repente, quedando perplejos ante la pregunta. Muchos de ellos no tenían inoculado el germen de la ambición. Me era imposible ponerme a la defensiva con ellos y ejercer la apisonadora negociadora que llevaba dentro. Además, los precios solían ser tan bajos que resultaba todavía más difícil llevarlo a cabo (200kz).
El motorista, una vez superado el sonrojo por mi incomoda pregunta, me llevó a una de las estaciones de autobuses, donde un conductor de una pick-up estacionada en los alrededores me interceptó, e insistió varias veces que era un coche de lujo: " É luxo". La realidad era que el Mitsubishi L200 estaba en muy buenas condiciones. Acepté y esperé durante una hora hasta que completamos las plazas (7000kz).
La Pick-up compartida que utilicé para ir a Benguela desde Huambo. |
La carretera seguía siendo una extensión del terreno lunar, con sus cráteres diseminados a lo largo del recorrido. La pick-up, al ser un vehículo mucho mejor, convirtió el viaje en algo más cómodo. El paisaje no me resultó demasiado deslumbrante, ni el descenso a las tierras bajas fue una experiencia espectacular. Lo más interesante fueron las paradas intermedias en las aldeas de casas de adobe y tejados de cinc para comprar alimentos y observar la actividad cotidiana. Por precaución, preferí no comer nada, ya que mi estómago estaba resentido y quería evitar una situación incómoda en mi viaje hasta Benguela.
En una de esas paradas, una jovencita del poblado intentó venderme patas hechas de lo que parecía pertenecer a una ave. Le dije si podía tomarle una foto, pero tímidamente se negó con la cabeza. Después, al notar que en el salpicadero de nuestro coche había un ramillete de plátanos me pidió uno, pero le dije que eran del conductor. El mismo conductor que se mostró simpático conmigo media hora antes, ahora tuvo una actitud desagradable con la chica y con los otros que pidieron un plátano. Su corta contestación fue totalmente lapidaria. Lamenté no haber comprado en el anterior puesto un ramillete de plátanos para ofrecerles a esas personas. La chica permaneció, a pesar de no obtener ninguno beneficio, plantada delante de mi ventanilla, mirando fijamente al blanco, como si estuviera viendo por primera vez a un extraterrestre.
Sobre las tres de la tarde llegamos a la ciudad de Benguela. Mi conductor paró en el centro, a petición del blanco. Y paseé por sus calles media hora hasta que localicé un hotel. El lugar era encantador. La mayoría de las habitaciones estaban ubicadas alrededor de un patio interior en dos plantas. Mi habitación estaba en la planta baja y solo tenía un inconveniente: las ventanas no cerraban. El sitio parecía tranquilo y el recepcionista me aseguró que no tendría ningún problema. Y así fue como ocurrió en las dos noches que me alojé en el Hotel Yellow House.
Precio por noche en habitación individual y con baño privado: 15600kz.
Hotel Yellow |
Mi habitación individual en Benguela |
La puerta de la derecha dio acceso a mi habitación. |
A unos pasos del hotel, había un restaurante junto a unas pistas de tenis. Era un lugar moderno, espacioso y acogedor. Me tomé dos cervezas y comí un poco de marisco, como si fueran pinchos morunos. No era muy abundante, pero me resultó muy sabroso. El problema surgió media hora después, cuando me acordé de la madre del pakistaní del humus, y no para nada bueno, ya que tuve que recluirme dos horas en mi habitación hasta que limpié mis intestinos y estuve seguro que no volvería a tener retortijones mi estómago.
El primer apretón me pillo a mitad de camino a los antiguos hangares que una vez fueron utilizados para hacinar esclavos. Tomé una mototaxi de regreso al Hotel Yellow House, pero el muchacho no sabía dónde se encontraba. Finalmente, gracias a mis indicaciones, llegamos. Me recomendó que la próxima vez pidiera que me llevaran al Campo de Tenis, que era mucho más conocido por la mayoría de ciudadanos.
Antes de que los retortijones se manifestaran conseguí llegar a Jardim a Adminastraçao Municipal do Benguela. Era un bonito parque con altas palmeras, y en su centro se encontraba una larga pieza compacta de prisma rectangular con dos cuadros en altorrelieves en los extremos. En uno se observaba la imagen de un soldado europeo y en el otro un fraile sometiendo a los angoleños, uno a trabajos forzados y al otro en preceptos religiosos. El monumento se inauguró en 1967 para conmemorar los 350 años de la fundación de Benguela. En la actualidad, a los bengueleses no les dan mucha importancia a esas representaciones , principalmente porque lo que prima es la subsistencia. Algo que, por cierto, ha sido una constante a lo largo de la historia de las naciones o grupos culturales. El día que esas representaciones no presidan la plaza ese día Angola será una nación donde los hombres vivirán en la sociedad del bienestar, buscando nuevos pasatiempos para distraerse del tedio.
Uno de los datos curiosos es que la ciudad se llamó primeramente Sâo Felipe de Benguela en honor al Rey de España, aunque este nombre acabó cayendo en desuso. En 1617 Portugal formaba parte de la corona hispánica, año que Cerveira Pereira fundó el Fuerte de San Felipe de Benguela . Se puede decir que fue fundada siendo "española".
Monumento para conmemorar los 350 años de la fundación de la ciudad. |
En el contorno cuadriculado de la plaza, separados por la vía pavimentada, se encontraban los edificios coloniales con el característico color rosa anaranjado, los cuales albergaban los edificios institucionales más destacados del municipio: Ayuntamiento, Banco de Angola y Tribunal da Comarca -Sala de Familia.
Administraçao de Benguela |
Seguidamente, me dirigí a contemplar la larga Praia Morena con un paseo decadente y la arena de la playa llena de residuos transportados por la marea, que una brigada de alguna institución gubernamental de cuatros personas con un dumper se afanaban en limpiar. Tenían mucho trabajo por delante. La realidad es que no era nada del otro mundo, por muy limpia que estuviera. Sin embargo, ese aire añejo y tranquilo le daba un toque único, anclado en los 70. Y ya no hablemos del área en que se encontraba situado la cafetería- restaurante Porta Aviöes de estilo Arte Deco, a pie de playa, que uno no supo valorar como algo bonito, pero, ciertamente, podríamos decir, que llamaba la atención por sus formas y lo convertía en algo peculiar de ver. Me gustaba pasear por su amplio paseo. Lo hice varias veces. Y ver a los angoleños contemplar el horizonte, pasear, charlar sentados en el pequeño muro marítimo e incluso ver niños jugar en la arena o dándose un chapuzón, ya era por si mismo un espectáculo.
Paseo marítimo de Benguela |
Cafetería- restaurante Porta Aviöes |
Después de pacificar mis intestinos en el inodoro del hotel volvía a la Praia Morena a ver los hangares donde un día fueron utilizados para hacinar a africanos esclavizados para llevarlos a América. Probablemente, un parte importante de la comunidad de afroamericanos brasileños procedan sus ascendentes de esta costa, en otra época maldita para el hombre negro, pero no para todos, porque la esclavitud no solo fue negocio de blancos, a pesar de que fueron probablemente los que más dinero ganaron con el tráfico de esclavos.
Los edificios estaban restaurados y uno de los hangares se utilizaba como Museo Arqueológico . El acceso a su interior se realizaba por uno de sus laterales. Los vigilantes me informaron que estaba cerrado, pero que mañana podría entrar gratuitamente para asistir a las 17:00h a la inauguración de una exposición de una artista brasileña afincada en Luanda, Ana Quirin. Una artista plástica que realiza representaciones abstractas en lienzos de dos a cinco metros de longitud.
Hangares utilizados en otra época como zona de acopio de esclavos |
La oscuridad comenzó a envolver el tranquilo centro de la ciudad, y los amedrentados ladrones de la periferia podrían envalentonarse con la complicidad de la Luna, merced a la pérdida de identidad de sus rostros y favorecidos por la diluida vigilancia de algunas calles solitarias. El anonimato ofrecido por las sombras era tentador para ellos. Sin embargo, decidí antes ir a cenar una hamburguesa vegana con patatas en un hamburguesería, con la tonta idea de que mi cuerpo estaría restablecido y podría visitar Lobito al día siguiente, una ciudad a unos 30 km de distancia. Planeaba ir en vehículo compartido hasta allí y regresar en tren a las cinco de la tarde. El tren desde Benguela salía a las seis de la mañana, demasiado temprano para mí, empero todo se desvaneció a los treinta minutos al pasar unas cuantas horas nocturnas fichando en el baño, agotando toda existencia de papel higiénico . Ya estaba decido. Me quedaría toda el día en Benguela, no quería arriesgarme a tener que estar buscando váteres públicos constantemente en Lobito.
Pulsa si quieres acompañarme a Benguela
Comentarios
Publicar un comentario