Huyendo del herbaje
A veces ocurre que, en una osada locura, recojo el ancla y me dejo llevar por los cantos de las criaturas marinas, cuando la mar se expande y las fronteras de dos mundos distantes se acercan. Y ya no puedo concebir un retorno a la calma.
Tal vez, porque tanto tiempo en un mismo lugar convierte a la mente en un plúmbeo pensamiento de secreción maloliente que busca en lo desconocido anhelar o encontrar de nuevo un liberador noray.
Las trombas marinas sobre uno, y frágil como la exquisita y pura porcelana con la que construye Dios a sus criaturas recién nacidas, es lo que busco febrilmente. Y ver de nuevo el mundo, con la misma ignorancia y temor que lo miraba en aquellos años sin la repetición de las palabras en mi conciencia, sin el poder de los martillazos de las ideologías.
Y en esos momentos de felicidad animal, mi aleteo corporal en la brava mar olvida sus limitaciones. El corazón brioso y soñador gobierna de nuevo su embarcación, la capitanea, solo con la ayuda de las constelaciones. Olvidando reminiscencias de enjutas criaturas viviendo en soporíferas ciudades, para entrar en un mundo tan peligroso como lo es para una foca.
Sufrimientos y miedos se convierten en inseparables compañeros mientras las enormes olas golpean a estribor, amenazando con acabar la historia, una historia con final, porque todas las historias tienen el mismo final, por muy soporíferas que sean.
Sin embargo, paradójicamente, puedo disfrutar con mayor intensidad la existencia. Y, entonces, la miro y siento el rencor de quien se siente haber vivido muchos años en una prisión con barrotes de oro. Sintiendo envidia por la foca.
Juega y juega, ajena que mañana será alimento de las orcas.
Juega y juega, ignorante de su futuro a pesar de que su instinto le advierta.
Y si no fallezco en sus senos espléndidamente formados, después de la enloquecida fuga. Vuelvo atar mi navío en el mismo noray de siempre, aunque ahora parece más hermoso y nuevo que antes.
Es la magia de la huida, de una vida un tanto estúpida; que solo tiene un sentido honrado, especialmente cuando no lo tiene.
Realizando senderismo extremo con Albert |
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