VI Kastila en las islas de Poniente
Kabanata VI
Honor a su nombre
Martes, 29 de octubre de 2024
A las 08:30 h , nuestro kastila se dirigió a pie a la terminal de minivans con destino a Baguio, situado muy cerca de la terminal de autobuses que conecta Manila con Baler.
Aunque el horario programado de salida era a las 09;30 a.m., el conductor decidió retrasar la salida para intentar captar más viajeros (550 pesos el pasaje). Finalmente, salieron una hora más tarde. Inicialmente solo viajaban tres pasajeros, pero fue recogiendo y dejando múltiples pasajeros durante el trayecto, compensando así la exigüidad de asientos ocupados.
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Horarios de transporte de Baler a Baguio y viceversa |
Las localidades filipinas seguían careciendo de armonía, todo era una vorágine de destellos destructivos en sí misma. Marañas de cables colgaban desordenadamente en las fachadas, mientras los contadores de luz, desabrigados de toda protección y colocados en cualquier sitio, añadían todavía más desorden. La contaminación sonora de los vehículos resonaban en cada rincón, y los new jersey en las calles principales, con sus indicativos " Slow Down", apenas lograban acondicionar cordura urbanística. Perros callejeros, penitenciados de cualquier caricia humana, vagabundeaban libres por las callejuelas, dejando sus huellas residuales donde el intestino les pedía alivio. Todo, absolutamente todo, conformaba un paisaje urbano dantesco que convertía a sus habitantes en mártires del hormigón. ¿Qué otra cosa podían ser en un mundo tan hostil para la vida?
Por la bonanza de los dioses, la representación de la Cordillera Central, seguía teniendo el poder de la rememoración y se presentaba indomable ante la atenta mirada de nuestro viajero, equilibrando los sinsabores de las villas. Los kilómetros, repleto de trazados curvilíneos, gracias a la panorámica no resultaban tan tediosos.
Poco antes de llegar a la localidad de Barangay, apareció una inesperada escena que rompía la monotonía paisajista,: una diminuta casita de madera, adornada completamente sus fachadas exteriores con relojes de pared, junto al arcén de la carretera. Parecía arrrancada de las páginas de un cuento, como si el Mago de Oz decidió dejar su impronta en aquel rincón. Solo le faltaba saliendo el cuco de una puertecita para anunciar las medias horas. A nuestro viajero le hubiera gustado capturarla con su cámara, pero la visión le cogió de sorpresa, tan repentinamente, que no tuvo más remedio que disfrutar los pocos segundos que la tuvo en su trayectoria visual.
Llegaron a Baguio, que hacía honor a su nombre, en tagalo hacía referencia a los ciclones tropicales. Bajo un cielo cerrado herméticamente y con una enorme panza a punto de parir, la ciudad estaba a borde de convertirse en una profecía apocalíptica, terrorífica, donde los monstruos serían invitados en el lugar donde la luz parecía haberse extinguido eternamente y la noche reinaba sin tregua.
Al bajar de la minivan, el frio le obligó a buscar rápidamente su chaqueta acolchada en el interior de su equipaje; la temperatura era suficientemente baja para exigir el abrigo.
En Baguio funcionaba la aplicación Grab, así que llamó un taxi a través de ella ( 178 pesos). Aunque no estaba muy lejos su alojamiento, tardaron más de media hora en llegar, el tráfico era horrible, un tráfico que destruía la belleza y la euritmia de la ciudad, otrora un lugar de montaña precioso; y consumía el tiempo, se lo devoraba con una ansiedad enfermiza.
El conductor tardó en encontrar el Ashburn´s transient Baguio, ubicado en la sexta planta de un edificio que, con su aire pomposo, evocaba a la arquitectura victoriana. Sin embargo, el interior del alojamiento no tenía nada de pomposidad, distaba mucho de ello. En un amplio espacio habían construido pequeñas y limpias habitaciones, estrechas como cajas de zapatos. Y los baños, constantemente húmedos y a menudo anegados, no solo por la constante lluvia, si no por el tráfico de personas, estaba ubicado en la quinta planta, junto a un pequeño restaurante con una terraza. Desde allí, las vistas de la ciudad podían ser encantadoras, siempre que el sol lograra abrirse paso entre las nubes. Pero ¿ qué podía pedirse por 520 pesos por noche?
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Panorámica desde el hotel de Baguio. |
La inasequible y distante muchacha de recepción le solicitó dejar un depósito de 1000 pesos como garantía por posibles daños, el cual le fue devuelto sin problemas al momento de la salida.
Otro de los inconvenientes de su cubículo (Nº11), que daba a la fachada principal del edificio, era el estruendoso ruido del tráfico. El incesante paso de vehículos se filtraba sin compasión a su interior, convirtiendo las primeras horas de la noche en un desafío para el descanso.
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Caja de zapatos N.º 11 |
Baguio, declarada ciudad en 1909 por los norteamericanos, sería una hermosa localidad de descanso y recreo donde refugiarse del calor tropical si no fuera por el grave problema de circulación que tenía, provocando contaminación acústica y atmosférica.
Miércoles, 30 de octubre de 2024
Despertó a las 08:00 a. m. de la mañana, y todo seguía igual. Seguía lloviendo como si fueran los últimos días de la existencia, como si el Diluvio Universal empezara aquel día. Nuestro kastila, lo primero que hizo aquella mañana encapotada de incesante temporal, fue llevar la ropa sucia a la lavandería ubicada enfrente del alojamiento( Tito Labandero). Por 200 pesos le lavaron y secaron la ropa.
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Lavanderia Tito Labandero |
Subió la ropa limpia a su alojamiento y , con el paraguas azul que le habían regalado las simpáticas dependientas de Baler, se fue paseando felizmente al centro de la ciudad.Sin embargo, por desventura o por la obsolescencia programada, las varillas del paraguas no resistieron otra jornada bajo la lluvia. Y a su pesar terminó arrojándolo a un cubo de basura tras comprar uno nuevo.
Se refugió en una cafetería moderna para tomar un café con leche y un croissant, aprovechando para descansar de la indomable lluvia que había mojado sus mangas. Dentro, grupos mixtos de estudiantes charlaban animadamente mientras saboreaban sus bebidas calientes. El lugar emanaba un aire intelectual, como si se tratara de una cafetería universitaria, creando un ambiente bibliófilo.
De repente, cuando salió de la cafetería, un ciclón depresivo lo alcanzó. Una profunda tristeza lo embargó, dejándolo sin brújula, vagabundeando sin rumbo fijo por la ciudad. A pesar de tener experiencias interesantes, no lograba conectarse completamente con este destino. Las persistentes inclemencias meteorológicas habían minado su espíritu. Reflexionaba seriamente si debía dejar la Cordillera e ir a la costa oeste. El pronóstico meteorológico en la montaña no era nada halagüeño a lo largo de la semana y le imposibilitaría cualquier actividad de senderismo. Además, existía el riesgo de deslizamientos de tierra, frecuente en estas épocas, que podían bloquear carreteras y dejarlo incomunicado durante días o quizás semanas.
Buscando algo de resguardo, se introdujo en el mercado central de Baguio, ya que hay pasillos cubiertos y lo protegen de la lluvia, repleto de puestos con productos frescos. Al observar a las personas en su rutina diaria, haciendo sus compras y los tenderos invitándole ocasionalmente a comprar, su ánimo mejoró un poco. El ambiente era relajado, sin la sensación de frenesís ni el riesgo de hurto. Los paseantes llevaban sus pertenencias con tranquilidad, sin muestras de desconfianza.
Después de explorar el mercado, cruzó una pasarela peatonal que le llevó al otro lado de la calle, donde accedió a un centro comercial. Allí, vigilantes de seguridad abundaban en cada planta. Al llegar a la última planta, junto a las salas recreativas, le llamó la atención la presencia de consultorios odontológicos, un contraste curioso en ese entorno.
Desde la primera planta, se detuvo a observar los variopintos jeepneys, reliquias de un pasado colonial norteamericano, habiendo sido adaptados para transportar pasajeros. Se movían como obras de arte sobre ruedas. Algunos eran impresionantes.
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Jeepnis, uno de los emblemas filipinos. |
Accedió desde un lateral de una gran avenida a una interminable escalera de peldaños mojados por la lluvia, que lo condujo al costado de la Catedral de Nuestra Señora de la Expiación de Baguio, un templo construido en época colonial norteamericana. Tenía una imponente fachada con dos torres puntiagudas, típico de la arquitectura gótica.
Frente a la entrada, familias filipinas inmortalizaban su breve visita con fotografías, mientras en el interior muchas personas seguían, completamente absortos, la misa oficiada por el párroco.
Los templos religiosos gozaban de buena salud en Filipinas, sustentados por unos mermados feligreses. La pobreza, la desesperación, el sufrimiento y la frustración conducían a menudo hacia ese peculiar refugio de fantasía y consuelo que la fe ofrece, donde lo terrenal y lo espiritual se entrelazaban en una danza de esperanza y resignación.
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Catedral de Nuestra Señora de la Expiación. |
Más tarde, cuando la lluvia volvió a arreciar, decidió refugiarse en el centro comercial más moderno y concurrido de la ciudad: City Baguio. Después de recorrer todas su plantas optó por parar a comer (250 pesos). El lugar era amplio, con la primera planta repleta de restaurantes abarrotados de comensales. Mientras disfrutaba de su comida, nuestro viajero reflexionó: La fama de Baguio estaba bien merecida. Se comía de maravilla.
Las últimas horas de la jornada las dedicó a pasear por un parque con un gran estanque y barquitas. Empero, la lluvia había deslucido la visita. El parque estaba casi vacío, sin la algarabía de niños sonrientes ni la dulzura de las parejas de enamorados.
Para finalizar su estancia en Baguio, se fue a un pequeño bar donde pidió un café con leche y charlo un rato con la propietaria.
-- Tengo la ilusión de volverme a enamorar de un buen hombre-- le confesó en un determinado momento de la conversación la mujer-- , con aire melancólico.
- -Yo ya solo puedo enamorarme de la muerte---respondió él, esbozando una media sonrisa--, y espero que tarde en ocurrir.
Ella debió pensar que el hombre con el cual estaba conversando no debía estar en sus cabales al responde con tan funesto comentario, perdiendo todo sex appeal.
La mujer, hermosa a pesar de los años, conservaba con dignidad los rasgos finos que la genética le había regalado.
El adiós a la Cordillera Central era ya definitivo. Finalmente, decidió viajar a las ciudades costeras de Luzón antes de tomar un avión a Palawan, vuelos que había reservado a través de la aplicación de Trip. Por suerte, era temporada baja , y los precios no resultaron excesivos.
- Laogag- Manila ( Philippine airlines)
- Manila Puerto Princesa ( Philippine airlines)
- Puerto Princesa - Manila (Cebu Pacific Air)
- (Solo equipaje de cabina)
- Precio total: 138 euros.
Esa noche, se fue a dormir como había despertado, con las rebeldes nubes dominado el cielo, incapaces de disiparse durante días. Sin saber cómo era el astro rey en la Cordillera Central. Mañana, en el relato, le esperaba Vigan.
👇👇🙃CAPITULO VII😄👇👇
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