X Kastila en las islas de Poniente

Kabanata X

El ponedero turístico de Palawan


Lunes, 04 de noviembre de 2024


A nuestro Kastila le encantaba pasear por esta playa al atardecer y ver como, poco a poco, solo quedaba la luz sintética. Para él era el lugar más hermoso de la feucha ciudad del  Nido que estaba en un enclave maravilloso.


Tomó un tuk- tuk  rumbó a la estación a la Terminal de Irawan, en Puerto Princesa ( 200 pesos), a tan solo 12 km del centro.

Los triciclos  en Palawan eran distintos a los de Luzón, la cápsula, más ancha, no cubría solo el sidecar ( o era el sidecar), sino completamente la moto, ofreciendo una sensación de seguridad mucho mayor.

La estación, nueva y espaciosa, se encontraba bajo una marquesina abierta, que resguardaba su inmensidad. Mi conductor, solícito, preguntó  a varias personas por el andén desde el cual partían las van hacia El Nido. Era el andén N.º. 19.



Anden N.º 19 en la Terminal de Arawan,


A las 08:50h partieron hacia el este, en busca de la pintoresca localidad del  El Nido.

La carretera  serpenteaba a través de una isla cubierta por una vegetación compacta, otrora un paisaje que debió inspirar la imaginación de los narradores locales, creando figuras mitológicas y terroríficas que debía espantar a sus pobladores.

A las 11:30h  hicieron una pausa de veinte minutos en una área de descanso, en las inmediaciones de la población de Roxas. Aprovechó  para comer algo, un pescado rebozado acompañado de arroz (120 pesos).

Llegaron a El Nido tres horas antes de anochecer. Luego, tomó otro vehículo de tres ruedas para  dirigirse al hotel (Aquing´s Place) seleccionado, como siempre, por Booking.



Embarcadero de Bangkas, junto a su hotel.


El alojamiento se encontraba  junto al embarcadero, donde  se reparaban algunas barcas filipinas. Un lugar encantador , en pleno ambiente playero, rodeado de fina arena, donde nuestro viajero se sintió a gusto, acabando muy satisfecho con su estancia (4150 pesos por tres noches).

— El chico te acompañara a tu habitación   le comentó el recepcionista al acabar de hacer los tramites de ingreso y tras abonar los tres días de estancia.

— ¿O prefieres que te llame chica? — añadió maliciosamente y sonriendo con cierto aire de superioridad y , a la vez, complicidad a su compañera, un travesti.

Se llamaba Enjoy, bueno, seamos serios, lo cierto era  que "Enjoy"  fue una invención de nuestro viajero, quien, al no entender bien el nombre real al momento de presentación, optó por no preguntar de nuevo en los encuentros posteriores, por temor a quedar en evidencia.

"Enjoy" resultó ser una persona sumamente amable y servicial, que no solo ofreció algunas charlas amenas, sino que también ayudó a nuestro viajero a resolver incertidumbres respecto a actividades interesantes que realizar en la zona.




Habitación del El Nido.


Aprovechó las escasas dos horas de sol para realizar una incursión por la ciudad, adentrarse por sus recovecos.

A pesar de ser temporada baja, había bastantes turistas en las concurridas calles del centro. Los negocios, todos enfocados en los visitantes, surgían como una plaga de langostas para invadir todos los locales, antes que el asfalto en la calzada. En temporada alta, debía ser ""un ponedero de turistas", uno de los destinos más visitados de Filipinas.

La localidad era un despropósito urbanístico en un entorno verdaderamente hermoso. Si hubieran habido una planificación adecuada, podría haber sido uno de los lugares turísticos más bellos del planeta, enclavado entre altas y  rocosas formaciones de inexpugnable acceso para la mayoría de mortales. De ahí que los pájaros, sobre todo vencejos, eligieran esas murallas oscuras para hacer sus nidos, y que los españoles bautizaran la zona como El Nido.

Los edificios de una o dos planta tocaban literalmente el agua cuando subía la marea, y hasta un cementerio y una gasolinera estaban en primera línea de mar. Nuestro viajero se preguntó si el camposanto sería el lugar elegido para ser enterrado los seres caídos por las dulces cantos de las nereidas, si habría sido  construido para mantenerlas contentas y no buscaran nuevas víctimas. A pesar de todo ese caos urbanístico, la playa seguía teniendo un encanto especial, sobre todo, al anochecer; donde nuestro viajero tomaba una cerveza San Miguel- una "Pilsen" como llamaban los autóctonos a los botellines- cada noche.



Al anochecer a nuestro viajero le gustaba ir a tomar una cerveza a un tranquilo local de la playa de El Nido, disfrutar de las vistas. Un lugar que le transportaba a placenteros mundos oníricos.


Se alejaba el día, se desvanecía como azucarillo en una bebida caliente, en un enclave natural lo suficientemente atractivo para que el kastila se sintiera feliz, a pesar de la multitud, de los turistas, conservando su atractivo innato. Sin olvidar, que tras la belleza siempre se ocultan heridas y ósculos oscuros que difícilmente salen a luz.





Escorpión asiático fallecido en circunstancias desconocidas en un pasaje cercano donde se alojó nuestro kastila.


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