III Kastila en las islas de Poniente
Kabanata III
La resaca de la tormenta tropical Trami
Sábado, 27 de noviembre de 2024
Nuestro aventurero Kastila disfrutó del desayuno en el restaurante del alojamiento, sentado en la solitaria terraza del restaurante, donde había pernoctado, pagando religiosamente lo consumido, pues no estaba incluido en el precio de la habitación.
Con el anhelo de visitar el Lago Taal y su caldera volcánica, se dirigió a la costera población de Tagasay, muy cercana a Barangay. Sin embargo, al llegar al principio de la carretera de Tagaytay a Tagasay , junto a la rotonda de Ninoy Aquino Circle, se topó con una señal de tráfico ( prohíbido el paso) y dos policías que advertían que se encontraba cerrada. Había leído sobre un trillado sendero que conducía hasta la orilla del lago.
Un avispado conductor de tuk-tuk, viendo que podría tener un potencial cliente, informó a nuestro infatigable kastila que, debido a la reciente tormenta tropical, la carretera y los caminos se hallaban completamente intransitables, con deslizamientos de tierra bloqueando largos tramos del asfalto.
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Lago Taal |
La vida continua después de la tormenta. |
Algunos vehículos destrozados decoraba el dañado paisaje urbano, mientras en la orilla del Lago Taal se extendía un manto compacto de desechos, se había convertido en un improvisado "Punto Verde", cubierto de ramas, plásticos y residuos arrojados por la tormenta Trami, casi un tifón. En un lateral, una fila de ciudadanos esperaba ordenadamente ante un camión cargado de víveres, el gobierno repartía ayuda a quienes, desplazados por el desastre, aún no podía regresar a sus hogares. En esta región, la tormenta había dejado un saldo trágico: 58 vidas perdidas.
Jóvenes de Tagasay. |
Pespectiva del Lago Taal desde la carretera de Tagasay a Tagaytay. |
Recorrió la pequeña localidad y pidió permiso para acceder al pequeño puerto. Un vigilante amable permitió su paso; pero otro, menos cordial, intento expulsarlo. Sin embargo, el primero, refirmando su autoridad, insistió en que podía llegar hasta la orilla junto a unas naves industriales.
Al salir de la localidad, equivocó el cruce hacia la carretera de Tagaytay, pues el lodo cubría todo el asfalto. Continuó por la costera, que alternaba con pequeños tramos de barro y maleza. Dos grupos de personas le advirtieron que ese camino se alejaba más que acercarle, y finalmente, aceptando el consejo, regresó al centro de la población, donde encontró el camino principal cortado por una masa pringosa de barro.
Los primeros kilómetros, cubiertos por deslizamientos, eran transitables a pie con sumo cuidado. Cables de luz pendían casi en el suelo, debido a postes de luz inclinados o apoyados diagonalmente en algún elemento de la naturaleza, y las humildes casas de uralita, vacías, componían un paisaje apocalíptico. Solo perros asustados vagaban por la zona, algunos ladrando más por miedo que por agresión.
Al avanzar varios kilómetros y alcanzar una altura considerable, en una curva encontró una magnífica panorámica del Lago Taal. Ante sus ojos se extendía la caldera volcánica sumergida, una de las más bajas del planeta ( 311m), con su lago interno y el islote Volcano Island en el centro. Hacia semanas, el volcán había entrado varias veces en erupción, lanzando columnas de vapor hasta alcanzar dos kilómetros de altura, recordando al ser humano lo vulnerable que es.
Cuando más cerca estaba de la localidad de Tagaygay, peor se tornaba el camino negro. Enormes masas de tierra arrancadas de las paredes naturales ocupaba grandes espacios del asfalto. Al atravesar una, el viajero comenzó a hundirse como en arenas movedizas, pero logró solventar, lo que parecía el final de sus días, gracias a un enorme tronco cercano, arrastrándose como un reptil luchando por su vida.
Decidió que era el fin de la aventura y emprendió el regreso a la localidad costera, optando por tomar un taxi hasta su hotel. En el descenso se cruzó con los ciclistas filipinos que había pasado andando hacia quince minutos y a los cuales informó de la peligrosidad a la que se iban a enfrentar. Diez minutos más tarde, vio bajar a los ciclistas que les sonrieron. Tampoco quisieron enfrentarse cara a cara a la Parca aquel día.
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Las piernas de nuestro kastila después de intentar subir por la carretera cortada a Tagaytay |
"That American thinks he´s all that! Look at him!" Escuchó a algunos jóvenes decir en voz alta y jocosamente al observar a nuestro kastila embadurnado de barro sus extremidades inferiores. Aprovechó una manguera que utilizaba un filipino para limpiar la calle y, sin más ceremonias, se aseó, quedando completamente limpias sus piernas.
Más tarde, una jovencita le preguntó sí estaba casado. Al hacerse el desentendido, algunos transeúntes entre risas repitieron las palabras mágicas que debían transformar en la mente de la jovencita en un sello de entrada del Reino de España en su pasaporte filipino. Reflexionó sobre sí mismo, imaginando las exigencia de un romance con alguien mucho más joven.
Las erecciones espontáneas eran cosa de la juventud, ahora cada erección era un triunfo a la perseverancia y una conexión con la otra persona. Las erecciones ahora eran demasiado selectivas y vulnerables.
Sin embargo, no juzgaba a la joven, en busca de mejoras sustanciales a través del amor, sin parar a pensar en los inconvenientes de su viejo amante.
Después de preguntar a varios conductores de tuk-tuk, acaba subiendo a uno (400 pesos) que le devolvió al centro de Tagaytay. Allí disfruto de un plato de arroz con marisco y un zumo ( 200 pesos), y , posteriormente, se tomó un delicioso capuchino de caramelo en un pequeño local encantador.
A las nueve de la noche, se retiró a descansar, pero no sin antes intercambiar palabras con un joven y apuesto italiano que trabajaba en el hotel, que no sabía si era copropietario o empleado, pero que le dio la impresión de ser la primera opción. Y así concluyó una intensa jornada, fruto de una inesperada carambola del destino.
👇👇☠️Capitulo cuarto☠️👇👇
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