Mochilero de Nis a Prizren (XV)
Podría haber ido directamente a Kosovo desde Novi Pazar, pero eso significaba volver a recorrer la misma ruta de hacía dos días, en dirección opuesta, y esperar hasta el día siguiente para tomar el autobús por la mañana rumbo a Pristina, ya que por la tarde no habían autobuses a Kosovo desde la ciudad musulmana de Serbia. Por lo tanto, preferí hacer trasbordo en Skopje y coger un autobús que partía a las 16:00, dirección a Prizren. El único inconveniente sería no llegar a tiempo si había un retraso de media hora.
Además había que tener en cuenta que la frontera entre Kosovo y Serbia siempre era un punto candente, especialmente en las últimas semanas tras los enfrentamientos de un grupo paramilitar serbio y la policía albanokosovar en el norte de Kosovo, una zona mayoritariamente ortodoxa que busca la anexión con Serbia. Afortunadamente, la diplomacia internacional, o más bien ciertas amenazas veladas, habían conseguido rebajar las tensiones.
El paso fronterizo entre Macedonia del Norte y Serbia fue un tramite sencillo. Bajamos todos del autobús y pasamos por las dos casetas de las dos policías fronterizas de ambos países.
En principio, mi tarjeta SIM de Serbia la podía utilizar en Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte y Montenegro sin recargos. De hecho, la primer hora en Macedonia del Norte me funcionó, hasta que quedó bloqueada, coincidiendo con la finalización de mi contrato de 15 días. Por tres días de viaje que quedaban, ya no iba a recargar la tarjeta, con el wifi de los hoteles me apañaría.
A las 15:25, accedíamos a la peculiar capital de Macedonia del Norte, que me traía a la memoria bonitos recuerdos de la visita exprés que había realizado hacía casi un año con mi amigo búlgaro Iskren, desde Kiustendil .Esa ciudad con aires provincianos y de políticos de espíritu megalómano, me había sorprendido y gustado mucho. Así que si hubiera perdido el autobús a Prizren no me hubiera molestado pasar la noche en ese lugar. Clicar aquí para ver la entrada de Skopje.
La estación central de Skopje era pequeña y vieja; en un año nada había cambiado, todo seguía igual. Pregunté en la taquilla si podía pagar con tarjeta de prepago, abonando con la misma 9,5 euros por el trayecto. Luego, le pregunté a la mujer romaní que se encargaba de mantener limpios los baños si aceptaba el pago en dinares serbios. Al responder afirmativamente, le entregué 100 DRS serbios, pero ella se negaba a darme el cambio alegando que no tenía, así que insistí enfadado que me devolviera el billete. Me acerqué a la oficina de cambio y realicé el cambio por mi cuenta para poder utilizar los baños. Pagué los 20 denares macedonios que costaba utilizarlos.
Compré varios tentempiés para mantener al estómago engañado en la tienda de la estación y accedí a los andenes. Mi autobús salía desde el anden 3 rumbo a Prizren en cinco minutos. La hospitalidad musulmana empezaba a notarse. El ayudante del conductor fue muy amable.
Llegué a Prizren ya de noche. Cruzar la frontera entre Macedonia del Norte y Kosovo fue otro trámite sencillo. Cometí el error de bajar en la estación de autobús, aproximadamente un kilómetro del centro. Otros extranjeros bajaron un poco antes, en la parte alta, muy cerca del casco histórico.
No recuerdo la hora exacta, pero debían ser alrededor de las 20:00. Entré dentro de la vieja terminal para preguntar por los horarios hacia Tirana. Su interior , con todos los locales cerrados, daba la impresión de abandono total, como si llevara décadas sin funcionar. Pregunté a un barrendero si sabía dónde se compraba los billetes a Tirana, y me aseguró que en el mismo autobús.
Al salir de la estación pregunté a dos hombres a qué distancia se encontraba el casco viejo de allí. Me aseguraron que a tres kilómetros. Consideré tomar un taxi por un momento, pero al instante me colgué la mochila a la espalda y decidí ir a pie. Finalmente, tras preguntar a varias personas, llegué al centro histórico de la ciudad antes de lo que imaginaba. La sensación era de haber recorrido, como mucho, un kilómetro y medio. Parecían andaluces por lo exagerado.
¡Qué hermoso y bien cuidado estaba toda la ciudad vieja, con sus calles adoquinadas y sus hermosos edificios históricos, destacando sobre todos ellos la mastodóntica mezquita de Sinan Pasha! No me extrañó que fuera un destino muy solicitado por los turistas. Según me contaron, venían muchos norteamericanos, aunque cuando llegué era temporada baja.
Según la guía Lonely Planet, el hotel Prizreni se encontraba en la parte posterior de la mezquita. El problema era que las calles tenían pendientes agotadoras en aquella zona y por indicaciones incorrectas tuve que subir varias, luego resulto estar alineada con el templo religioso. Después de preguntar varias veces, unas bellas muchachas me indicaron el sitio correcto.
No sé si todas las habitaciones eran iguales, pero la que me asignaron (N.º 105) era excelente, con una impresionante vista panorámica de la mezquita de Sinan Pasha. Los 40 euros que pagué por ella fueron los mejor invertidos en una habitación en toda mi vida.
Descorrí la cortina y abrí la ventana. y allí estaba, una de las mezquitas más bonitas que había visto en mi vida. Con su sencilla e impresionante medidas y el minarete apuntando hacia el cielo. Me quedé media hora mirando por la ventana, absorto.
Fui a un local de comida rápida donde me atendió un camarero muy simpático. Me comí una gran empanada de queso y una ensalada con un refresco (12,5 euros), que me costó acabarlo, y eso que no había comido casi nada en todo el día. En menos de dos horas, interactué con más personas amables que en todo mi viaje por Serbia.¿ Cómo no les iba a llamar "país de refunfuñadores"?
Me acerqué de nuevo al pequeño y bonito Puente de Piedra, para admirarlo con más tranquilidad. Se cree que fue construido durante el periodo otomano en el siglo XVI y se extiende sobre el poco caudaloso río Bistrica. En ese momento, apareció un grupo de ciclistas que se colocaron en un extremo del puente todos alineados, y encendieron unas pequeñas bengalas. A juzgar por sus gestos, no parecían estar reclamando nada, simplemente era una expresión de ocio , de amistad. de compañerismo. Los pocos turistas que se encontraban en el lugar, atraídos por las llamas de las bengalas, aprovecharon para tomar algunas fotos.
En la calle principal, se podían ver varios bares con amplias terrazas, todas muy concurridas. Decidí sentarme a tomar un par de cervezas antes de ir a dormir. El ambiente de las calles se percibía apagado, pero al menos allí, los jóvenes, y no tan jóvenes, tomaban cervezas u otras bebidas y charlaban animadamente, creando un ambiente más festivo. Incluso observé cómo una joven albanokosovar se acercaba a la mesa de un chico atractivo e intentaba ligar con él, intercambiando los números de sus teléfonos, mientras su amigo se encontraba en el baño. Al chico lo vi desbordado por la situación, cualquiera diría que con su atractivo no debiera estar acostumbrado a esas situaciones, que a los feos solo se nos permitía soñar.
Me fui a dormir a las once de la noche, quería levantarme temprano para visitar la ciudad con la luz del día antes de marchar a Tirana.
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