1º Malta al mediodia da la bienvenida al turista
Primer día bajo un sol inclemente
Para que algo sea verdadero, lo primero que debe incomodar es a uno mismo; de lo contrario, no se trata de una verdad, sino de una opinión, ya que toda opinión es subjetiva.
Y eso es precisamente este relato y todos los que componen este blog, a pesar de que intente una y otra vez alcanzar tan esquiva realidad.
En un lejano 21 de diciembre de 1983, compartiendo las puertas de entradas de nuestros pisos el mismo rellano, tenía un vecino aficionado al futbol con quien teníamos una buena relación. Ese día, él me invitó a ver en su casa un partido de clasificación para la Eurocopa, ya que en mi casa no éramos muy futboleros. España se enfrentaba a un equipo muy débil llamado Malta, considerada la cenicienta del grupo junto a Islandia. Eso era lo único que sabía un chaval de diez años de ese desconocido país.
Aquella noche, la selección española debía perforar la portería contraria once veces y mantener la suya a 0, o mantener esa diferencia de 11 goles con el contrincante al finalizar la contienda deportiva, indiferentemente los goles que les metieran, si quería clasificarse para la Eurocopa 84 que se celebraría en Francia, donde España acabaría subcampeona. Era una hazaña que parecía imposible a pesar de la poca identidad del rival, pero esa noche no era una noche cualquiera, era una noche mágica donde la palabra "imposible" la hicieron desaparecer del diccionario de la RAE, aunque algunos sospecharon, sin pruebas, que lo que corrió en el descanso de la primera parte, ya que España en ese momento ganaba 3 a 1 a Malta, fueron los maletines llenos de billetes para darse ese resultado escandaloso.
Fue, sin lugar a dudas, una noche memorable para los que aman de corazón este deporte, para todos los aficionados del futbol, excepto para los neerlandeses, las grandes víctimas de esta locura goleadora. Pero, para quienes especialmente fue una noche para recordar en la historia del deporte rey fue, indudablemente, para los seguidores de la rojigualda, logrando un 12 a 1 que los clasificó matemáticamente en detrimento de la selección neerlandesa; que, empatados a puntos, perdía el favorable gol-average en la última jornada.
Durante muchos años, el nombre de Malta quedó grabado en mi memoria, sin tener muy claro dónde colocarla geográficamente y desconociendo su historia. Y es que a lo largo de mi adolescencia y mis primeros años de juventud, siempre asocié Malta al equipo que España le metió doce goles. Una muestra más del poder de "la culturilla del futbol", como dirían algunos.
En una edad más madura, ya sí, comencé a conocer otros aspectos de este pequeño país, tanto geográficos como históricos, aunque de manera superficial. Descubrí que Malta había formado parte de la Corona Aragón y, más tarde, del Reino de Castilla tras la unión de ambos reinos con el matrimonio de los reyes católicos. También supe que los ingleses colonizaron el pequeño archipiélago durante casi dos siglos, aprovechando que echaban a las tropas imperiales de Napoleón tras una breve ocupación de dos años. Estos hechos despertaron mi curiosidad y un tímido deseo de visitarla.
Hacia varios años que la compañía Ryanair ofrecía vuelos directos desde Barcelona a la isla principal de Malta, a tan solo dos horas de viaje y a precios muy asequibles, especialmente en invierno. Y Malta llevaba ya tiempo rondando por mi cabeza, ya no solo como la selección que encajó 12 goles, sino como un pequeño país rico en historia.
Así que no dejé pasar la oportunidad de comprar un billete de avión a un precio bastante asequible: 88 euros ida y vuelta, incluyendo una pequeña bolsa de cabina. Planeé una escapada de cuatro días, después de descartar otros destinos europeos, eligiendo este.
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A los pies del promontorio de Sceberras donde La Orden de San Juan de Jerusalén construyó La Valeta. Denominada así en honor a su gran Maestre Jean Parisot de La Vallete. |
Llegó el día, un jueves de Desiderio de Langrés del año 2024, cuando el avión de la compañía Ryanair realizaba las maniobras de descenso a "La roca quemada por el sol en el extremo sur del Mediterráneo". Tal como definió Malta William Napier en su novela histórica : "Choque de Imperios", ambientada en la época del asedio otomano dirigida por el gran sultán Solimán el Magnífico. En aquel entonces, con muchos menos edificios que ahora, debía parecer precisamente eso mismo, un sequeral, sin casi árboles ni suficiente extensión ni precipitaciones para transformar un hilillo de agua en algo parecido a un río. Al parecer, en una época antigua un bosque cubría una parte de la pequeña isla, pero el hombre prehistórico pronto acabó con él.
Una jardinera nos transportó a todos los pasajeros a la sala de recogida de equipajes. Al ser Malta uno de los 27 paises que firmaron el tratado del espacio Schengen solo tuve que recorrer el pasillo que me llevaba directamente al hall de Llegadas; justo enfrente había una oficina de Malta Public Transport y dos dispensadores automáticos donde compré la Tarjeta Explored Card, un abono de 7 días con viajes ilimitados por 25 euros. Al final, pese a estar tan solo cuatro días en la isla, me valió la pena. Utilicé mucho el transporte público para recorrer la isla, con muchas paradas que daban una excelente cobertura, llegando a cualquier rincón de interés turístico, el único pero era que las innumerables paradas ralentizaban el trayecto.
Abono de siete días con viajes ilimitados en transporte urbano. Tarifa 25 euros. |
La estación principal se situaba al lado de la fuente de Tritón. No era más que un apeadero con unos cuantos andenes, con los horarios de las líneas y una oficina de información. Además, en la parte posterior, había un gran mapa de Malta con el recorrido de las principales líneas con una leyenda en el lateral.
La línea 14 paraba en los últimos andenes de la hilera principal y no tardó mucho en llegar. Pasamos por las zonas costeras de San Julián y Paceville, transformadas para acoger a los ociosos turistas, con locales de todo tipo que los debieran hacer sentir más cerca de su tierra, que no buscaban nada más que pasarlo bien. Tardamos más de media hora en llegar a la parada de Pembroke Park Ride 4, una gran explanada donde en un lateral siempre encontré conductores noveles de motos realizando prácticas. En la entrada principal de vehículos, muy cerca, se erigía una pequeña torre con un reloj en cada uno de sus cuatro lados de 1909, según la inscripción que reza debajo de uno de los relojes.
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Esplanada de Pembroke Park Ride 4 ( parada de autobuses para La Valeta (14) y Mdina, Rabat y Mosta (202), entre otras. |
Pembroke era un barrio residencial de casas adosadas. En una de ellas estaba mi alojamiento: Mikel Ang Grima (31 Memories). Situada a seiscientos metros de la parada fui caminado a esta ella. Desafortunadamente, la calle estaba patas arriba. Estaban en obras. Tarifa del alojamiento para tres días: 120 euros.
Me recibió el hijo de los propietarios. La madre, que cuidaba a una persona de movilidad reducida al fondo de la sala, justo en la cocina, me explicó las normas y el joven, a petición de ella, me llevó a mi habitación ubicada en la segunda planta. Era una habitación pequeña y aparentemente limpia. Había una amplia sala comunitaria con una cocina, un futbolín, una sofá con televisión, una estantería con libros, un aseo compartido... Por suerte, de las tres habitaciones disponibles solo la mía estaba ocupada, así que el baño se transformó en individual. El mayor problema vino al abrir las puertas del armario, que exhaló un fétido olor que casi me tumbó. No pude identificar de donde procedía, ya que solo había varias mantas en la estantería superior. Cerré de nuevo sus puertas y no volví a abrirlas.
Me puse uno de los pantalones cortos que llevaba para soportar mejor las altas temperaturas de Malta, muy parecidas a las de Cádiz, y salí a la calle, bajo el inclemente sol, en busca del autobús 202. Quería ir a Mosta a ver su curiosa iglesia. Situada a seis kilómetros de Pembroke.
Aunque no estaba muy lejos, tardé casi una hora en llegar a Mosta, debido que la circulación era densa. El autobús iba completamente lleno, era imposible caerse, ya que los cuerpos de alrededor hacían de poderosos diques. A mí lado, una hermosa y joven colombiana de floreciente aspecto y hermoso vestido de una pieza de temporada de verano, charlaba amistosamente con una ecuatoriana de mirada triste sentada en uno de los asientos de plástico alineados al eje longitudinal del vehículo. Al mirar a la colombiana discretamente, me estremecí al reconocer en las hermosas facciones de su rostro a una persona muy especial del pasado, cuando sus cristalinos ojos se unieron por un microsegundo a los míos, y una vieja sonrisa, enterrada en lo más profundo de mí, germinó en mi rostro como cuando sonría tontamente a la joven alavesa hacía eones, de la cual estaba perdidamente "esclavizado emocionalmente". Su rostro era idéntico, había sido esculpido por la misma mano divina.
Bajó unas paradas más adelante y me olvidé de la proyección que proyectaba sobre mí, floreciendo amores enterrados hacia mucho y que volvían a florecer vivamente en mis recuerdos. La miré por última vez, desde el anonimato de la multitud, mientras ella se alejaba como una fantasmagórica imagen, sin saber muy bien si todo había sido un bonito sueño o una casualidad antojosa del destino, que quería verme sonreír tontamente una vez más.
Los muros y mucha de las edificaciones, sobre todo, las más antiguas, me recordaban a algunas ciudades de Jordania. La caliza utilizada en la construcción de color miel u ocre, me dio la sensación de haber retornado a Ammán.
Al final, utilizando el Google Map, localicé la parada exacta que me iba a dejar junto a la famosa iglesia, que recordaba al Panteón de Agripa. Según la guía, el arquitecto maltés Giorgio Grognet se inspiró en esta bimilenaria obra romana.
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Rotunda o Mosta Dome (Construida entre 1833 al 1860). |
Su inmensa cúpula esférica, que era la tercera más grande de Europa, y su imponente fachada principal de ciclópeas columnas le daban un aspecto imponente. Además, al estar 61 msnm, destacaba sobre todos los demás edificios, pudiendo verse desde muchos lugares de la isla.
Una de las anécdotas milagrosas ocurrió en la segunda guerra mundial, cuando una bomba impactó en la iglesia y cayó en su interior sin explotar. En aquellos instantes había 300 feligreses que volvieron a nacer.
Una réplica de la bomba se expone en la sacristía.
En esos momentos estaba dando misa el cura ante unas decenas de creyentes. Me sorprendía ver entre el público algunas personas jóvenes. Resultaba hasta subversivo esa conducta, era como ir a contracorriente de lo establecido por las líneas morales de las actuales sociedades. Unos "héroes" en un mundo de "villanos". Casi, casi... era como aquellos primeros cristianos débiles y desprotegidos que fueron perseguidos por el poder romano, mucho antes de adoptarlo como la religión del Estado. Aunque, cuando empecé a tomar discretamente fotos de la hermosa y sorprendente cúpula que recordaba claramente a las formas del Panteón de Agripa, deseché de mis pensamientos las palabras "debil" y "desprotegidos". Allí, en ese pequeño recinto, todavía había un reducto de poder, menor que en su época dorada, pero todavía suficientemente tonificado para golpear al exterior con fuerza.
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Cúpula interior de la iglesia de Mosta. |
Salí y aproveché para dar un tranquilo paseo por el centro de Mosta. Esta ciudad que no llegaba a los veinte mil habitantes era la más grande de Malta. Sin embargo, desde La Valeta a Mosta era imposible saber donde empezaba una ciudad y empezaba la otra, no había ni un pequeño terreno baldío que separa las poblaciones que habían en este corto trayecto. Alguien que no lo supiera pensaría que era el mismo municipio, siendo tan pequeñas.
Sus profusos balcones de vistosos y variados colores .destacaban sobre las ocres fachadas que predominaban en la mayoría de las poblaciones de la isla Esos ventanales de madera dejaban una impronta característica en la arquitectura maltesa. Los vendedores de suvenires aprovechaban este tipo de arquitectura para crear tazas, imanes, etc. con su imagen.
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Típicos balcones malteses. |
A esa hora de la tarde habían muy pocos turistas en las calles de Mosta. Algunas fachadas estaban engalanadas de floridas plantas, dándoles un aspecto muy fotogénico, especialmente dignas para ser fotografiadas por manos expertas. Tomé algunas fotos y volví al centro y alma de la ciudad. Justo al lado de la iglesia tomé una cerveza fría en una terraza de un bar atendido por dos mujeres de trato agradable.
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Una de las calles más bonitas de Mosta. |
Pagué a la camarera y decidí caminar en dirección a La Valeta. Había tantas paradas de autobús que no me preocupaba perderme, e hice lo que más me gustaba, vagar sin "brújula ni destino", intentando que el propio país me sorprendiera, me hiciera sentir como un niño anhelante de aventuras y de nuevos descubrimientos
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Cerveza local. |
Me hallé enfrente de un pequeño centro comercial que ya habían cerrado y una calle repleta de modernos restaurantes. Eché un vistazo, pero ninguno me convenció. Así que crucé una amplia avenida y me senté en uno de los asientos sin respaldo, bajo la marquesina de la parada a esperar el autobús. La función del sol había terminado y ahora entraba en escena la luna, en una noche maltesa muy tranquila y segura.
Comí un trozo de pizza y una cerveza en uno de los puestos ubicados en la plaza de Tritón, después de que el autobús me dejara en la estación. Luego, tomé de nuevo otro autobús, está vez el 14, para regresa a Pembroke. Estaba muy cansado y necesitaba descansar . Los dolores de reuma me habían afectado a las lumbares y necesitaba recuperarme para el siguiente día, que prometía ser intenso. Además, eran casi las once cuando subía las escaleras hasta la primera planta de mi alojamiento y le deseaba las " Buenas noches" al despreocupado propietario, quien se encontraba recostado en el sofá de su comedor totalmente abierto en la primera planta y colocado en una esquina junto a la cocina, viendo la televisión con su gran barrigón al descubierto, sin ningún pudor.
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