Visitando algunos oasis de Túnez

17 de noviembre de 2012


El día anterior había contratado un conductor para conocer el oasis de Chebika. Uno de los oasis de montaña más visitados por los turistas.

Por suerte, esa mañana me encontraría con pocos turistas, pero esa circunstancia provocaría que los niños de los poblados bereberes fueran mucho más insistentes a la hora de mendigar. No sé si era temporada baja, pero lo parecía. 

Mi conductor me recogió en el hotel a la hora establecida. El hombre chapurreaba el español y el inglés. Un español con muchas influencia italiana. Pero, en definitiva, suficiente para entendernos. Estaba acostumbrado a trabajar con extranjeros y se esforzaba en aprender palabras de las lenguas maternas de los visitantes.


Con el simpático conductor de la agencia de turismo


El paisaje árido y pedregoso dejó de ser novedad a los veinte minutos de conducción. No tenía el poder evocador de las dunas de arena. 

Finalmente, en un viaje entretenido por la locuacidad del conductor, apareció en la cima de un acantilado la escultura de la oveja de cuernos grandes mirando el cielo. Tan desafiante que nadie diría que se trataba de una sumisa oveja.  Radiaba ferocidad y altivez. El oasis estaba cerca.



Para que luego digan que las ovejas son sumisas


Bajamos del coche y subí un terraplén para observar lo más bello que se puede encontrar en un secarral y que en otra época debió ser los sueños más húmedos de los sufridos viajeros, con cuerpos tan hervidos que parecerían higos secos.


Oasis

El palmeral discurría por un pequeño valle cerrado que acababa expandiéndose. Señal inequívoca que el líquido más preciado corría por sus entrañas.  Hasta que no nos falta no sabemos con qué locura lo querremos. 

Ya hacía tiempo, por propia experiencia, que había comprendido el valor del  caldo de la existencia, mucho mayor que cualquier diamante u oro. Nadie es acaudalado sin agua.


 La antigua ciudad de Chebika

Antes de que el palmeral se expandiera como si se tratara de un delta; apareció ante mis ojos, como testigo silente, las ruinas de lo que un día acogió a hombres y a sus animales. En aquellos momentos era una moribunda sombra de lo que fue. Recordaba que nada es para siempre, que todo se sostiene en la levedad de la supervivencia. 



Niños bereberes


Se unieron a nuestro pequeño recorrido a pie los niños de la población nueva. Despiertos y astutos, pero con la inocencia todavía en sus almas, intentaban conseguir un regalo del turista mendigando. Mal acostumbrados por visitantes que consideraban ese comportamiento el correcto. Sin embargo, los esclavizaban a los lamentos y los "desinfatilizaban" al premiarlos con su conducta recalcitrante de demanda.


 
Aunque no la veo, estoy cerca.

 
Caminito descendiente balizado con vallas de madera. Al turista hay que cuidarlo. Sí o sí.


Fui siguiendo los pasos de las pequeñas criaturas, que no dejaban de sonreír cuando les hacía muecas con mi rostro, aunque el camino era evidente y no tenía perdida. Pronto volví a ver las alargadas hojas de las palmeras. No quedaba mucho para ver el agua.



A alguien se le ocurrió dar la bienvenida  garabateando la piedra con un cursi corazón


¡Qué ganas me dio de darme un chapuzón!


Bajé el último tramo que se había convertido en una escalera y llegué a la orilla de la poza de agua con unas tonalidades surrealista, de pura fantasía, que invitaba a darte un chapuzón. Los únicos seres que habitaban sus orillas eran unas pequeñas ranitas, no muy vivaces que se dejaban fotografiar sin desaparecer rápidamente de la presencia humana.

En una de los laterales de una gran roca habían dibujando un gran corazón y en su interior había escrito "bienvenido" en francés e ingles. Toda una declaración de  buenas intenciones, pero que no dejaba de ser una agresión al patrimonio natural. La concienciación tunecina sobre el respeto a la naturaleza todavía estaba en pañales. Muchos campos cercanos de la capital en 2012 estaban invadidos por las bolsas de plásticos que ocupaban todos los espacios posibles.  



Ranita, ranita...No te fíes de mí, que soy un hombre.



Cascada 


Una pequeña cascada embellecía el ocre paisaje que se veía humillado por la vida, que resistía como debieron resistir los romanos en este territorio, considerado los confines del Imperio Romano en aquella franja. Tal vez, comerciando, entre otras cosas, con capturadores de leones para sus espectáculos. Oficialmente estos felinos desaparecieron en este pequeño país en 1893.



El cañón de Mides


El creador de este "tostonero" blog (2012)


Después de tomar una coca cola nos dirigimos al Cañón de Mides.  Un espectacular desfiladero que solo pude disfrutar desde las alturas. Un lugar impresionante. Sé que se grabó alguna película, pero la memoria no es mi fuerte o es que para esas cosas no pongo mucha atención. Gracias que recuerdo el nombre de los principales actores y actrices, y no todos. Sin embargo, en la era de la información, no debe ser un problema para los cinéfilos que han llegado a mi blog de pura chiripa, hay blogs maravillosos que os lo contaran al dedillo o libros.

Oasis

Fuimos a otros lugares que ya no recuerdo sus nombres y por no cagarla prefiero no escribirlos. En esa época no solía escribir un diario sobre mis experiencias, así que no tengo notas en donde apoyarme. Lo de escribir es algo tardío que acabó atrapándome. 

Y gracias a mis flirteos con la escritura he aprendido a valorar más a los grandes escritores. Sobre todo, a los clásicos, que no tenían todas las herramientas que hoy se tiene para poder escribir y conseguían crear maravillosas obras de arte. 

Y para finalizar esta entrada, decir que los oasis junto al anfiteatro romano de El Djem, casi tan majestuoso y bien conservado que el de Roma, fue lo que más me gustó de Túnez. 


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