La calle de la República de Cuba

En el incansable baile vienés de Don Tierra y Doña Luna volvieron una vez más a dar la espalda al refunfuñón y viejales Sol, despreciando su lumínica bondad. Por ello, el ombligo de la luna palideció, se tornó oscuro, y los ácaros civilizados tuvieron que pedir auxilio a las luciérnagas para poder ver, dejando en paz, hacia unas décadas, al plancton, otrora perseguido por su preciado tesoro, tesoro milagroso para volver a los ácaros quirománticos y adivinar lo que sucedía en el lado oscuro de sus existencias. 

En aras de ese baile cosmológico me sentía feliz, a pesar de ser un simple ácaro para el universo, caminando por el centro de Ciudad de México, donde podía escuchar los ecos remotos de la antigua civilización "lunar", entre las fisuras de los imponentes y majestuosos edificios coloniales. Centurias antes de que aparecieran los pájaros de hierro se comenzó su  reconstrucción de estilo occidental, cuando aparecieron  esos barbudos de la gran mar, unos años antes  de exterminar su identidad colectiva y una ciudad con aura de misteriosa belleza que se perdió para siempre, en los confines del tiempo. 

Aquellos exterminadores barbudos de fragancias elaboradas de las bocas  de personas con halitosis cambiaron el sino de Mesoamérica con un grupo reducido de hombres; merced , sobre todo, a la astucia y el don de la política de su líder que pasó a los anales de la historia como uno de los grandes conquistadores de la humanidad, a pesar de que sea de los pocos que se le ha ensombrecido, por intereses espurios de propaganda anglosajona. Hernán Cortés, el susodicho caudillo, durante las jornadas que se acercaba  a Technotitlan, el nombre de la mágica y mítica ciudad mexica, nunca debió lograr imaginarse con lo que se iba a encontrar, con la maravillosa construcciones rodeadas de un hermoso lago, por mucho que le contaran sus informadores nativos. Aunque es cierto, que no titubeo a la hora de destruirla, y si lo hizo, no debió atormentarle demasiado tiempo. La idea era borrarla del mapa. Y a cambio, un doloroso cambio, dejó otra bonita ciudad. al menos el centro histórico era de lo más hermoso que había visto en mi vida.

Con cierta justicia. sobre todo poética, si los convertimos en víctimas  candorosas, el pueblo mexica pasó a los libros de la historia como los vencidos y ultrajados, sujetas sus páginas históricas al subjetivo narrador, que de allende fuera así quedaría escrito. Sin embargo, no debieron pensar lo mismo taxclatecas u otros pueblos indígenas sometidos al poder mexica cuando fueron depuestos  de su autoridad, aunque luego lamentaran a lo largos de los siglos haber ayudado a los españoles y  tener que soportar escuchar  demasiada veces la palabra "traidor"  para referirse a ellos despectivamente por el resto de mestizos mexicanos, señalándoles injustamente como los culpables de la caída del Imperio Mexica, eso sí, sin olvidarnos de la inteligente y bella Malinche que fue otra de las señaladas por el nacionalismo mexicano más recalcitrante e intransigente, muchos de ellos descendientes de los que verdaderamente conquistaron estas tierras en nombre de Carlos V, pero que también en nombre de  sus intereses se independizaron, olvidándose de los verdaderos nativos, que por no tener poder su voz se ahogó, se ahoga … 

Accedí a la bocacalle de la República de Cuba por la Avenida Central Lázaro Cárdenas, justo cuando unos operarios se afanaban a cercar la calle para protegerse de las embestidas de los jóvenes iracundos de la manifestación que se iniciaría con la siguiente media vuelta de Don Tierra y Doña Luna. Unas metálicas y pesadas vallas fueron alineándose por lugares estratégicos del casco viejo.  

Los primeros locales de ocio nocturno eran guarida de ósculos homosexuales que encontraban allí el lugar perfecto para sentirse cómodos. Las banderas representativas del grupo LGTB ondeaban "impúdicamente" en los mástiles horizontales, casi como una provocación para los que eran más tradicionales en el México actual.  Sin embargo, como me agrada levantar polvareda, no dejar títere sin cabeza, o tal vez que soy muy quisquilloso, reparé que el eslogan de que el grupo LGTB representaba todas las minorías no parecía del todo cierto en aquellos locales llenas de banderas, al no ver ondear la bandera de los asexuales. Tal vez porque fueron los niños mimados  de la iglesia durante mucho tiempo, siendo el ejemplo a seguir en sociedades reprimidas. 

Como Don Tierra y Doña Luna, imitándolos a la perfección, rotaban dos chicos en la acera en un beso percutor de larga duración, obstaculizando el paso a los peatones, que debíamos bajar al vial para no ser arrollados por la pasión desenfrenada. No vi a nadie de los presentes  hacer un mal gesto, más bien me parecieron intimidados e incomodados por el torbellino pasional que se llevaba todo lo que se ponía por delante, pero los antidisturbios que pululaban por la zona tampoco invitaba a los homófobos a representar su papel, si es que había alguno en ese momento. Aunque  me pareció un acto incívico que se podría haber reprendido, pero haber quién era el guapo de reprenderlos sin que te etiquetaran de homófobo.  

Seguí mi camino, buscando un local neutro, donde no fuera necesario desvelar o hacer orgullo de mi orientación sexual, y menos, entrar en aquellos frecuentes locales de machitos mexicanos buscabroncas que se inflaban a alcohol cada noche con aquellos prominentes estómagos de nueve meses y se llenaban la boca de ser unos grandes folladores. Por fortuna, la calle de la República de Cuba no presentaba indicios de albergar ninguno, diferente era la noche, con garitos abiertos hasta muy tarde y el alcohol gobernando a los hombres y mujeres. Los  bares  abiertos que habían a esa hora eran modernos y limpios. Entré en uno esquinero a tomar una cerveza y comer algo con música tecno.

Proseguí mi paseo por la calle República de Cuba y observé un coche plateado delante de mí salir del asiento del conductor, con cierta dificultad, a un hombre de vientre volcánico que estaba a punto de hacer saltar los botones de los ojales de su estrecha camisa de seda. Movió unos new jersey de plástico para poder salir de su estacionamiento, ocupando el vial de circulación. Seguidamente, con las mejillas como gambas australes, se dirigió al edificio histórico ocupado de enfrente y  suavemente repicó con sus nudillos la puerta metálica repleta de cruces rosas reivindicativas. Al momento, salió por uno de los balcones de la planta superior un rostro nada amigable y  una expresión más dura que  cuando el actor Eastwood interpretó al personaje Walt Kowalski en la película  Gran Torino.


Walt Kowalski 


Le dijo, en tono amenazante y zafio:¿ Qué quieres? ¿ Qué te pasa a ti? Hasta me hizo sentir cohibido a mí, y eso que la historia no iba conmigo. De repente, el voluminoso hombre se transformó en un caniche ante los ladridos del rottweiler y dejó estar el asunto y no les recriminó haber puesto en la carretera las balizas . La casa estaba ocupada por un grupo feminista que en su primera etapa fue refugio de mujeres maltratadas. Sin embargo, según algunos artículos que leí, la cosa se tornó violenta e insostenible hasta que definitivamente fueron expulsadas por una orden judicial. En ese momento, al leer  algunos artículos sobre  Okupa Cuba ( la denominación del  refugio), no me extrañó al recordar la imagen de la fornida e intratable mujer que parecía tener el mando del lugar y andar algo estreñida. 


Artículo: Aprendizajes, virtudes y experiencias: principio y fin de la Okupa Cuba en la CNDH


Refugio Okupa Cuba


La República de Cuba era un caja de sorpresas, qué duda cabe, pero no encontraba otro local para tomar la última cerveza antes de refugiarme en mi hotel, ningún bar me convencía, y ese era mi mayor problema en aquel momento; hasta que me llamó la atención, ante la infructuosa búsqueda, ver varios escaparates con vestidos de épocas más recatadas, de cuando los hombres se esforzaban paradójicamente por ocultar aquello que les hacía arder y no quemar toda esperanza de aparentar cierta racionalidad en el mundo de las parejas. Claro está, siendo mucho  menos permisivo con la sexualidad de la mujer, amenaza constante para la hombría del hombre, ya que siempre ha sido más complicado mantener una erección que una vagina lubricada a lo largo de una existencia.

Me quedé embobado e incrédulo mirando aquellos guardainfantes de vistosas telas en delgados maniquís. Donde las mujeres o las niñas debían sentirse como princesas victorianas en bodas y comuniones respectivamente, pues para ese fin se vendían para las clases más pudientes del país. No me fijé en el precio, pero dudé que fueran económicos como un vestido tradicional de boda. Y por las varias tiendas que habían parecía un negocio rentable. Las mujeres no debían preocuparse ni obsesionarse con sus glúteos y piernas con este vestido, la democratización de esos anticuados vestidos convertía a todas igual. ¡Viva la democracia! 


Rococós victorianos


¿Qué debería pensar mis amigos, los del beso de torniquete  y la rottweiler de aquello? ¿Y qué pensaría  si resucitara Montezuma  de la calle república de Cuba  construida sobre el Texcoco? ¿ Y Hernán sobre el movimiento LGTB y el refugio de Okupa Cuba? ¿Y qué pensaran los futuros hombres  cuando lean lo que fue un día la calle de la República de Cuba?  Solo sabía que "nadie se baña en el mismo río dos veces". Lo que vi aquella tarde estaba programado para aquella tarde. Nada sería igual al día siguiente, por muchas similitudes que tuviera. 

Me alejé  a dormir en la misma área que un día durmieron emperadores aztecas  y Hernán Cortés.  Escuchando, desde la habitación de mi hotel la Habana, la música de los locales de la República de Cuba que se alargaron hasta muy tarde. Hoy, en sus calles, algún borracho dormiría bajo la protección de la Luna, o no. Yo acabé cayendo, soñando en la Morada de los Dioses (Teotihuacán), que a la siguiente rotación del baile de Don Tierra y Doña Luna me llevaría luminosamente hasta allí, sin saber si fue un sueño o realidad.  

de allende fui, así quedó escrito.

 






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