El día que pasé una noche en el monasterio de Poblet

Etapa 3: Mont-ral a Poblet.

Diario de una peregrinación a pie a Lourdes


Llegaba al Monestir de Poblet, descendiendo por la ladera septentrional de la Serra de Prades, por la ruta bien señalizada GR171-4. Desde El Mirador de la Pena, una atalaya con una espléndida panorámica, en un día soleado de invierno incluso se podía ver las blanquecinas cimas del Pirineo en invierno, de repente se apoderó del cielo unos  nubarrones grises y perturbadores que escurecieron el día hasta que parió de repente un aguacero, una inmensa cortina de agua que no paró hasta el final de mi etapa en Poblet. Tocaba estrenar chubasquero que había adquirido expresamente para este nuevo proyecto.

En el descenso, pasé por uno de los pozos de hielo más grandes de la comarca, construido por los monjes de Poblet como vestigio de una época en la que las viviendas carecían de neveras. Y es que desde que en 1803 el estadounidense Thomas Moore creó la primera nevera hasta que se popularizó en el mundo occidental, pasaron más de un siglo y medio. Así que la conservación de estos neveros artificiales fue durante siglos el método más eficaz para preservar alimentos. 

Era mi tercer día de mi peregrinación a Lourdes, y había pernoctado en un albergue en el pequeño pueblo de Mont-ral, perteneciente a la comarca del Baix Camp en la provincia de Tarragona,  con una población de menos de cien personas. Hoy en día, es conocido como el paraíso de las magdalenas, donde un obrador ha ganado mucha reputación en la elaboración de este producto en todos los gustos posibles desde hace más de veinte años. Y  creo que merecidamente, debido a lo sabrosa que son. En cuanto al albergue, prefiero no hacer  comentarios ni mencionarlo por el tiempo que ya ha pasado. Las cosas cambian, y a veces para mejor.

La etapa de aproximadamente treinta kilómetros recorría los bosques de Prades, dominados por  encinares y pinedas. Pasé  por el hermoso y bien cuidado pueblo de Farena y  por el refugio del  Cogullons que las veces que he estado siempre ha permanecido cerrado. ¿Por qué lo llamaran refugio si uno no puede cobijarse en él en caso de urgencia? No obstante,  es cierto que parece más un caserío aislado de toda civilización que un lugar básico para protegerse de las inclemencias meteorológicas. 




Lo que más me llamaba la atención cada vez que recorría estos parajes era recordar la lectura sobre la deforestación salvaje que sufrieron después del declive del monasterio, que comenzó en el siglo XVI y acabó deshabitándose en 1835. Los monjes eran los responsables de regular la tala de los bosques circundantes, pero con su desaparición, fueron talados ávidamente por los poblaciones circundantes, dejando totalmente desnudas sus laderas .Fue a principios del siglo XX cuando comenzaron los trabajos de recuperación de los bosques circundantes al Monasterio de Poblet y en la promoción de la conversación de la naturaleza en la región. En la actualidad. tienen un aspecto bastante saludable y se han realizado esfuerzos para recuperar algunos animales autóctonos como el "cabirol" o la expansión inevitable y descontrolada del "senglar". El éxito ha sido tan abrumador, al no tener los antiguos depredadores  que rondaron por estos bosques, que  ha provocado las quejas entre los agricultores, especialmente en lo que respecta al jabalí ,que  se refleja en el aumento de destrozos en los cultivos, sobre todo en la avellanas.

Siendo previsor y no dejando todo el protagonismo a mi querido azar , una semana antes había llamado a la hospedaría del complejo monacal para solicitar alojamiento en una de sus celdas, cuya ubicación era ideal para acabar mi etapa y además tenía curiosidad por hacerme una ligera idea de lo que ocurría tras sus muros. Además, tendría la oportunidad de estar en el mismo claustro donde quedó inmortalizado por una cámara el ilustre creador de la Teoría de la Relatividad, Albert Einsteinel 25 de febrero de 1923, cuando hizo una visita fugaz al monasterio desde Barcelona. En aquel  entonces, todavía no habían vuelto los monjes, ya que se estaba llevando a cabo las reformas pertinentes para devolver al recinto la vida monástica. 


Imagen de Einstein en el Monasterio de Poblet 


Me atendió el hospedero Paco, que hace poco, tras su fallecimiento, descubrí  a través de los periódicos locales que era hijo de Paco Martínez Soria, uno de los actores que más hizo reír a los españoles en el régimen de Franco, con películas tan aclamadas como "La ciudad no es para mí". Una película, por cierto, que si no vi veinte veces en mi adolescencia, no vi ninguna. Televisión española tenía la costumbre los fines de semana de sobremesa repetir cíclicamente las películas y en aquellos tiempos todavía no habían surgido la competencia privada, ya que apenas estaban surgiendo los canales autonómicos. Por lo tanto, no quedaba otra cuando estaba delante del televisor que rememorar escenas. Afortunadamente, cuanto más joven es uno, mejor puede soportar la repetición.




Antes de acompañarme a mi habitación, quiso tener una pequeña entrevista conmigo para conocer qué me motivaba  a realizar una peregrinación desde Tarragona hasta Lourdes, recorriendo más de quinientos kilómetros a pie. Esto no era el concurrido y famoso camino de Santiago, menos íntimo y más abierto a todo tipo de creencias, un monje no preguntaría por ellas. Me resultaba complicado explicar mi verdadero motivo a un monje. Decirle que no tenía nada que ver con la religión, pero que quería ser acogido cristianamente en esa noche como un peregrino. Probablemente, no tuve el valor suficiente para expresarme con claridad, quería evitar posibles reprimendas sutiles o incomprensión. No creo que no me hubiese dejado hospedar si le hubiera expuestos los verdaderos motivos, pero me resultó más sencillo el recurso de la mentira piadosa, que lo hice por motivos religiosos, como una promesa a Dios.

El jovial y astuto monje  demostró ser más perspicaz de lo que aparentaba. Aunque hablamos del amor de Dios durante un rato, comprendió de inmediato que mis palabras no eran del todo sinceras en ese aspecto. Aprovechó el momentos en que me mostró los baños de los invitados para hacer una pregunta muy mundana: ¿Sabes cambiar alcachofas de la ducha? Como no se requería tener un ciclo formativo de grado medio de fontanería y gas para cambiarlo, las cambié sin problemas. 

Después de acicalarme y descansar un rato en la limpia y sencilla celda (habitación),Paco vino a buscarme  para ir a cenar al refectorio. Era una gran sala rectangular con las mesas dispuestas en forma de U y los monjes sentados en solo un lado de las mesas, dando la espalda a las robustas paredes y mirando todos hacia al centro, como si estuvieran esperando aparecer artistas circenses para amenizar la comida.. Por lo que he leído, esta es una costumbre muy común en las órdenes monásticas. La comida era copiosa, nada frugal. Pensé sarcásticamente que, el día que Dios llamara, había que asegurarse de hacerlo con el estomago lleno.

Nos dirigimos a un espartano cuarto cuadrado con asientos pétreos que recordaban las ruinas de un pequeño teatro romano que en invierno debía ser un congelador, para llevar a cabo la última oración del día, conocida como Las Completas, antes de recogerse en las habitaciones. Los monjes, con sus cánticos apagados y monótonos en la penumbra de las velas, creaban una atmósfera  casi irreal, capaz de resucitar la fe incluso al ser humano menos creyente del mundo, más poderoso que los discursos de los mejores profeta que han pisado este planeta. En ese momento, un sentimiento de fraternidad recorrió mi ser y secretamente deseé unirme  a ellos, formar parte de esa comunidad. Sentía envidia por los monjes, que aparentaban sentirse en completa armonía con la vida.

Cuando salimos dirección hacia el hospedaje, el cansancio de la jornada empezaba abrumarme, y mis pensamientos se veían inundados de desesperación y locura. Necesitaba dormir, descansar. Las largas caminatas solían llevar mi mente al final del día al peor de los mundos posibles. Vinieron  a mí unas palabras de Cioran, al tumbarme en la cama, antes de quedarme dormido: "Para vivir, para respirar tan sólo, hay que hacer el esfuerzo insensato de creer que el mundo o nuestros conceptos  encierran un fondo de verdad" Y me pregunté bajo la impertérrita mirada de la indiferencia: ¿Qué verdad tenía yo? Ninguna, ninguna... Ese vocablo maldito resonó cada vez mas distante en mi conciencia hasta que caí profundamente dormido esa noche. 

Me desperté mucho antes del amanecer, para poder asistir a los Maitines, la primera oración del día. Todos los monjes  se colocaron en sus correspondientes asientos, dispuestos en dos hileras separadas. Yo me coloqué al final. Uno de los monjes más jóvenes me acercó uno de los libros y me fue señalándome la página para  que pudiera cantar los salmos. Me sonreía con orgullo de poder ayudarme. Resultaba extraño ver a una persona tan joven en un monasterio, especialmente en la época que la libido bullía con más energía, pero él no se veía reprimido, creo que su naturaleza era más inclinada hacía una conducta asexual. Pensé que el se sentiría  más reprimido en una bacanal. Las creencias, las verdaderas creencias, parecían el resultado de la interacción entre el instinto y el entorno. 

Al salir del refectorio, después de un buen desayuno, le pregunté a Paco dónde podría encontrar un buzón o compartimento para dejar una contribución voluntaria por la estancia. Sin dudar, y visiblemente ofendido por la sugerencia, me dijo: " A un hijo de Dios que peregrina a uno de los lugares santos en la tierra nunca se le acepta una gratificación económica. Hijo mío, olvídate de ello." Y me tomé sus palabras al pie de la letra, eso hice, aunque en realidad quería decir otra cosa. ¡Ay, pobre Paquito, que no sabe con quién se ha topado!

Pasé por última vez por el claustro donde en su día se tomo una foto Albert Einstein, y luego  me despedí de Paco para seguidamente abandonar el complejo monacal por la puerta principal , resguarda sus laterales por dos robustos torreones. Cogí dirección a la Espluga de Francolí, a un par de kilómetros. Cuando abandoné esta última población, por una pista de tierra que atravesaba tierras labradas sonó mi teléfono móvil en el interior de mi mochila. ¿Quién podría estar llamándome a esa hora de la mañana?





  • Sí, diga.
  • Hola. Soy Paco, el hospedero del monasterio. Te llamo para agradecerte que hayas dejado la habitación tan limpia, parece que no hubiera pernoctado nadie allí. - En ese momento, me resultó muy extraño que me llamara para expresar su gratitud por mi pulcritud. No tenía mucho sentido. Sin embargo, rápidamente comprendí el motivo.
  • Gracias, Paco- respondí cordialmente.
  • Además, quería preguntarte... no encuentro el sobre...
  •  ¿Qué sobre? Ah, perdona, como dijiste  esta mañana que a un peregrino...
  • No, no... Dios mío. Jamás le pediríamos  a un peregrino una propina, hijo mío. 
  • Lo siento.                                                                                                                  

Y así dejé atrás el monasterio de Poblet, jugando el papel de un truhan a los ojos de Paco el Hospedero, hijo del famoso Paco Martínez. En esta ocasión, yo actúe como el personaje que interpretó su padre en la película "La ciudad no es para mí": Agustín Valverde, natural de un pueblecito de la España profunda, no acostumbrado a los recovecos hipócritas de las palabras, aunque yo no era tan honesto y buena persona como el personaje principal. Y, ciertamente, no estaba yo para darle clases de moral a los monjes cuando había sido el primero en romperlas, presentándome como creyente.

Aparte de esta anécdota, la experiencia de pernoctar en el monasterio fue una experiencia interesante y gratificante. Y Paco se portó muy bien conmigo, y que en paz descanse. Y que si hay otra vida espero que estuviera totalmente equivocado, y que el Dios que nos espere sea el Dios de todos, de todos los seres vivos. Premisa para ser un Dios bondadoso y ecuánime.

Comentarios

Entradas populares de este blog

IX Rugidos del mar

Mochilero en Angola (I)

VI C´est interdit dans le wagon de fer

Mochilero en el minarete de Samarra

Mochilero en Angola (IV)

VII Nouadibú por libre

Mochilero en Angola (VIII)

VIII Mochilero en la utópica República Árabe Saharaui Democrática (Dakhla)

Mochilero en Angola (II)

Mochilero en Angola (III)