Mochilero en Babilonia
La "ramera" que me hubiera gustado conocer en vida, verla y sentirla en su época de esplendor. Maravillarme de sus senos, su pubis, sus glúteos, su rostro y su carácter. Tendría que conformarme con sus "restos óseos" esparcidos por la tierra. Y sí, por supuesto, malvada como el veneno de una víbora. Pero ¿acaso hay algún pueblo que a lo largo de la historia no haya cometido atrocidades? .
"La persona que acepta dinero para cometer actos inmorales, en este caso, es símbolo de Babilonia o el mundo."
Apocalipsis 17 Ramera (vers- 1,15-16).
Con este verso, y otros, a un cristiano de buena fe se le quitaba las ganas de ir a ver los restos arqueológicos de Babilonia. Una ciudad maldecida por la Biblia y envidiada por el pueblo judío durante centurias. ¿Por qué esa aversión del pueblo hebreo a los babilonios? Pues por el cautiverio judío exiliado durante un tiempo en Babilonia y la destrucción del Templo de Jerusalén por el gobernante de esta ciudad en aquel periodo, Nabucodonosor II. El orgulloso pueblo judío nunca perdonó estos acontecimientos. El muro de las lamentaciones es el mejor ejemplo. Pero, por fortuna, a pesar de tener el legado histórico de la compasión cristiana en mi moral y ética, siguiendo al pensamiento común de la mayoría, por una vez en la vida, había dejado hacía muchísimo tiempo, antes de las primeras poluciones nocturnas, de creer.
Hoy era el día en el que finalmente iba a explorar el área que alguna vez albergó esta ciudad, en que algunos historiadores sitúan el mito de la Torre de Babel. Y es posible que así sea, si consideramos que, tal como leemos en el libro del Genesis, él exilio contra su voluntad, por el imperio babilónico, de los judíos durante más de cincuenta años, generó leyendas e historias en las siguientes generaciones, dejando una marca indeleble en el pueblo judío e influyendo a otras religiones monoteístas nacidas en Oriente Próximo. Su halo de leyenda era suficiente reclamo para acercarme.
Con la ilusión de un niño y los nervios de un adolescente ante su primer contacto con la persona querida me levantaba aquella mañana soleada, sin los grumos en suspensión en el ambiente de las tormentas de arena.
Salí de las callejuelas circundantes del Mausoleo de los celebres imanes, donde se ubicaba mi alojamiento en Kerbala (Hotel Ebad Alrahman por 40,000 dinares). Al ser uno de los lugares santos más importantes de la comunidad chií había una amplia oferta de hospedajes disponibles.
Un taxista me abordó en una de las anchas avenidas y, por 4000 dinares, me llevó a la pequeña estación de minibuses con varios destinos, incluido Hillah. No sin antes intentar persuadirme que él me llevaría por un precio razonable a mi siguiente destino, que distaba a 56 km de distancia.
No tardó mucho tiempo antes de que el pequeño vehículo de doce plazas se llenara por completo. En un momento dado del trayecto, los pasajeros comenzamos a pagar nuestros billetes, pasándolos de mano en mano hasta llegar al conductor y viceversa cuando había cambio. El costo del trayecto fue de tan solo 2000 dinares.
No eran vehículos precisamente cómodos como los taxis compartidos, pero resultaban más baratos e igual de efectivos para la tarea encomendada. Además, me dio la sensación que los funcionarios de los check points no ponían tanto interés en la identificación de los pasajeros.
Nos dejó a las afueras de Hillah,y desde allí, ya que el yacimiento arqueológico se encontraba aproximadamente a cinco kilómetros de distancia, tomé un taxi hasta la entrada del parque arqueológico de Babilonia por 7000 dinares. Circulamos por una amplia pista asfaltada con algunas casitas dispersas a lo largo de sus flancos. Nos detuvimos frente a una verja de donde aparecieron dos funcionarios. Entregué mi pasaporte y nos dejaron pasar hasta la entrada propiamente dicha de Babilonia .Después de un pequeño interrogatorio, me devolvieron el pasaporte y pagué la entrada que fue de 25000 dinares. Lo que más me llamó la atención durante este proceso burocrático fue que en ningún momento inspeccionaron mi mochila de 40L, ni tan siquiera me impidieron llevarla conmigo, consignándola en la entrada como es costumbre en muchos lugares.
Y al fin, me encontraba frente a una de de las imágenes más fotogénicas del Irak turístico, la réplica de la Puerta Monumental de Ishtar. Era una bonita y burda réplica de lo que fue la verdadera puerta. Los restos de la puerta original fueron trasladados al Museo de Pérgamo de Berlín por arqueólogos alemanes, donde actualmente se sigue exhibiendo y, según las fotos, mucho más hermosa e imponente que esta copia que quedaría más chula en la entrada de un parque de atracciones. Aún así, decidí tomar algunas fotos en la entrada, porque, al fin y al cabo, formaba parte de la historia reciente de Irak; y sí, tenéis razón, lo confieso, porque no muchos viajeros se habían hecho un selfi con ella y él quería también forma parte de ese selecto grupo, no yo, sino Mister V.P., satisfacer su vanidad y decir: "Yo he estado aquí". ¿Lo próximo que será Viajero Pesimista, alardear de los países que has estado?
Justo en el momento de acceder al parque arqueológico llegó una treintañera acompañada de su conductor procedentes de Bagdad. Aprovechamos la coyuntura para ser guiados por la misma persona que se ofrecía en la entrada por una propina.
Accedimos a lo que alguna vez fue la Vía Procesional de la ciudad, construida en la época de Nabucodonosor II, donde sacaban a pasear en días especiales a la diosa del amor y la guerra, Ishtar, en procesión. Esta costumbre parece que traspasó los muros de Babilonia y el paso del tiempo, por el parecido que tiene con las procesiones cristianas. Es posible que tomaran buena nota de esto los judíos exiliados. De los restos originales de esta vía, solo quedaban los cimientos ocultos detrás de las burdas réplicas.
La antigua no lo sabía, pero la Babilonia actual, en su tranquilo descanso eterno, sí que había sido prostituida por alguien, y ese alguien había sido Sadam Hussein. Durante su régimen, se llevaron a cabo reconstrucciones peculiares, por no expresarlo peyorativamente, que no reflejaban la verdadera esencia de la legendaria ciudad y no se realizaron minuciosos trabajos arqueológicos para recrearla con precisión como debió ser en la antigüedad. Fue un despropósito general. Hubiera sido mejor preservar los cimientos originales y colocar paneles informativos que indicaran qué edificios se encontraban en ese lugar en aquella época, algo parecido como lucía el zigurat, que no había sido tocado por las manos de Sadam. Por cierto, este templo babilónico, probablemente fuera el que inspiró la imaginación de algún judío aburrido en Babilonia, si es que tenían tiempo para aburrirse, a crear el mito de la Torre de Babel.
Llegamos a un solar acotado donde los arqueólogos profesionales solían llevar a cabo sus minuciosos trabajos de excavación para descubrir nuevos tesoros. En ese momento, no se encontraba nadie en su interior. Nuestro guía abrió las puertas de la verja y cogió uno de esos tesoros. Era un ladrillo de barro con una inscripción de la época de Nabucodonosor II y nos lo dejó a ambos para que nos hiciéramos una foto con él. Aunque accedí a tomar la foto; luego, reflexionado en mi habitación del hotel, no me pareció lo más correcto manosear algo tan valioso que debería estar protegido en una vitrina en un museo.
Pasamos por unas construcciones laberínticas que replicaba no sé qué. La verdad, no ponía mucha atención a las explicaciones de mi guía. Estaba algo decepcionado al ver aquellas prostituidas ruinas. A esto que llegamos al supuesto lugar, que si no fue ahí no debió ser muy lejos, donde falleció el gran conquistador Alejandro Magno a las 33 años de una muerte desconocida para los historiadores. Eso me alegro un poco, el saber que en este lugar estuvo este militar macedonio. Un personaje de la historia fascinante, con sus luces y sombras.
Nos detuvimos cinco minutos a las sombras de los muros, cuando mi guía compartió conmigo lo que le ocurrió en la época de la ocupación norteamericana. Estuvo encarcelado durante varios meses por desobedecer las órdenes de los ocupantes de desalojar Babilonia. Él se negaba a abandonarla, sentía un profundo apego a Babilonia. Había nacido allí, su abuelo y su padre trabajaron toda su vida ayudando a los arqueólogos.
Acabamos el tour en el pequeño museo contiguo a la entrada. En la primera sala se recreaba en una maqueta las estructuras más importantes de la ciudad, como sus dos muros perimetrales con la puerta de Ishtar. Pasé por las dos salas, mirando las pocas cosas que habían.
En la misma sala, pero separados de mí, la checa y su conductor parecían mantener una conversación sobre mí. El conductor me miraba de reojo, posiblemente preguntándole a ella si tenía algún inconveniente que yo me uniera a ellos en el viaje de vuelta a Bagdad. Dado la poca afinidad que hubo entre ambos turistas me imaginé que la respuesta debió ser una contundente negativa. En mi favor diré que en ningún momento pedí ir con ellos, fue algo espontáneo de los iraquíes, quienes son conocidos por su extrema hospitalidad.
Me despedí del guía y de ellos. Y me dirigí a pie, a cien metros de la entrada, a un grupo de personas que charlaban sentados en sillas de plásticos, resguardados bajo la sombra de los arboles y al lado de una garita de guardia. Pregunté la pregunta más tonta del mundo mundial: ¿Hay taxis? El noventa y nueve por cientos de las pocas personas que llegaban a Babilonia era en taxi privado o en particular, pocos se aventuraban a hacerlo como yo, así que esa pregunta era totalmente retorica. Sin embargo, en el país de la hospitalidad, apareció un hombre con un vehículo que me llevó por 10000 dinares. Lo consideré un poco caro, pero al menos que quisiera flagelar mi piel al sol durante unos kilómetros hasta llegar a la ciudad era la mejor opción.
Me dejó en la estación de autobuses. Allí tomé la furgoneta adaptada para transporte público con destino Bagdad. 6000 dinares el trayecto.
Y me despedí de Babilonia, Hillah.
Unos restos arqueológicos que pueden resultar decepcionantes y dudo que se pueda aconsejar honestamente a alguien como uno de los sitios imprescindibles de Irak, pero que nos llena de felicidad a aquellos que nos contentamos con estar en un lugar que en otro tiempo albergó una de las ciudades más asombrosas de la antigüedad.
Otras entradas de mi viaje a Irak, por si no tuvisteis suficiente con esta 😁:
Comentarios
Publicar un comentario